A casi cuatro meses de los ataques terroristas de Domingo de Pascua en Sri Lanka en tres iglesias y cinco hoteles, siguen saliendo las historias de las víctimas y sobrevivientes de los atentados cometidos por extremistas musulmanes.
Recientemente se supo que el 4 de abril los servicios secretos indios habían advertido a los líderes políticos de Sri Lanka que se estaban organizando varios ataques terroristas.
Al no hacer caso de las advertencias, estos atentados ocurrieron el 22 de abril, Domingo de Pascua, y mataron a casi 300 personas.
Según destacan desde Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), todavía no se han podido identificar a todos los cuerpos, ni tampoco se han encontrado todas las partes de estos. Además, muchos de los afectados que se encuentran gravemente heridos, continúan en riesgo de perder la vida.
A pesar del gran descontento y la frustración general de la sociedad de Sri Lanka, el Arzobispo de Colombo, Cardenal Albert Malcolm Ranjith, pidió que no se tomaran represalias. Los católicos fueron más allá e incluso han perdonado a los terroristas.
La esposa de Priyantha Jayakody murió a manos de un terrorista suicida y su hijo, de 17 años, sobrevivió pero con grandes secuelas. Ella fue una de las 115 personas que murieron en el ataque a la iglesia de San Sebastián de Negombo.
En un artículo publicado por ACN, recuerdan que aunque los terroristas estaban coordinados y su principal objetivo era atacar a cristianos, entre los fallecidos también hay budistas, hindúes y musulmanes.
Como es el caso de Sayana, una joven budista de 38 años que se encontraba en el santuario de San Antonio y que fue uno de los objetivos terroristas.
Este santuario es un punto de unión para todas las religiones, ya que familias con miembros de diversas religiones lo visitan con frecuencia.
Sayana se encontraba en este santuario cuando uno de los terroristas detonó una de las bombas. Salvó su vida y tan sólo cuenta con secuelas en el oído porque una gruesa columna la protegió de la deflagración. En ese ataque otras 54 personas murieron.
Desde Ayuda a la Iglesia Necesitada también destacan otras muchas historias de cristianos e hindúes que perdieron familiares en los ataques.
Como es el caso de Maiar Mar que estaba embarazada cuando tuvo lugar el ataque. Según relató a la fundación pontificia, ella experimentó horas terribles en los atentados ya que cuando intentaba huir, presa del pánico, cayó al suelo y gente la pisoteó y estuvo realmente muy preocupada por las posibles consecuencias que esto había podido tener para el niño. El pequeño sobrevivió, pero su cuñada fue asesinada.
Muchos religiosos visitan a las familias que han perdido a algún miembro. Una de ellas es sor Remoshini quien ayuda de manera material, pastoral y psicológica y es “un fuerte hombro en el que muchas víctimas pueden apoyarse para llorar”.
Otros de los fallecidos en los atentados fueron Medha de 22 años y su hermano Imash de 19. Su padre es budista, su madre católica y muestra entre lágrimas dos cruces artísticas que sus hijos habían hecho.
Y asegura que tan sólo recibe ayuda de la Iglesia católica. Por ejemplo, Cáritas proporciona ayuda material inmediata, pagos para tratamiento médico o para la educación de los huérfanos, todo sin importar la religión de los afectados.
También hay equipos de sacerdotes que prestan asistencia pastoral y psicológica a las víctimas, escuchan sus sufrimientos y les ayudan a superar el trauma.
De hecho la Iglesia en Sri Lanka ha lanzado el Centro Emaús en la ciudad de Negombo, donde el matrimonio formado por Kamila y Thomas de Silva, coordinan a terapeutas certificados y organizan charlas pastorales para quienes deseen asistir a terapias para superar los posibles traumas. Pero también les ofrecen horas de acompañamiento y sobre todo de oración.
Tomado de: Aciprensa