La fortaleza: hacer lo correcto luchando contra viento y marea
La fortaleza no se refiere a contar con fuerza física o inteligencia. Ni de ser macho o de intimidar a las personas. Por el contrario esta virtud cardinal se centra en la fuerza de carácter.
La fortaleza es la habilidad de perseverar en tiempos de prueba y tribulación — es la habilidad de resistir cuando las cosas se ponen difíciles. Es valor para hacer lo correcto sin importar el costo.
No basta ser justo, tener autocontrol, ser prudente y saber qué, cuándo y cómo hacer algo. La virtud de la fortaleza te da la fuerza para cumplir con las obligaciones hacia Dios, la familia y los amigos. La virtud de la fortaleza te permite
Cumplir tus promesas y dar tu palabra aún cuando el mundo y todos tus conocidos te dicen que lo olvides
A los adolescentes, combatir la presión social y evitar las drogas y el sexo
A los jóvenes, a mantenerse castos, abstenerse de las relaciones sexuales hasta el matrimonio a pesar de la presión social de tener relaciones prematrimoniales
A la gente de conciencia, hablar y denunciar cuando se presenta una injusticia en el trabajo o en la sociedad. Cuando la fortaleza se practica fiel y consistentemente, permite a la gente a mantener el valor y a combatir, incluso el temor de morir, para ayudar a otros y/o hacer lo correcto por las razones correctas.
Como un caballero de armadura reluciente
Tener fortaleza, así como las otras virtudes cardinales, fue el objetivo y el deseo supremo de todo caballero de la Edad Media. El ser prudente, justo, templado, valiente y caballeroso eran las obligaciones y los objetivos de todo hombre honorable. Sin embargo la Iglesia no considera que estas virtudes sean propiedad exclusiva de la nobleza. Todo hombre y mujer, sin importar la clase económica y social, es capaz de practicar estas virtudes y, al practicarlas, formar buenos hábitos y combatir la tentación de probar malos hábitos.
Catolicismo Para Dummies® Publicado por Wiley Publishing, Inc. por Rev. John Trigilio Jr.,PhD, y Rev.Kenneth Brighenti,PhD Traducido por Rev. Luis Rafael Rodríguez-Hernández, MDiv
Parte III: Comportarse Como un Santo