Recorrer municipios como Paz de Ariporo y Unchía en Casanare es casi desolador y preocupante, porque por esta época, la mayoría de los grandes y pequeños ríos, están casi sin agua. Solo se ven las piedras y el suelo cuarteado.
Esta región se caracteriza por tener ecosistemas llamados sabanas inundables. Grandes extensiones de pastizales con una rica, exótica y única biodiversidad. No en vano, algunos operadores turísticos de la zona ofrecen «zafaris», donde encontrarse con una boa de hasta siete metros, oso hormigueros o jaguares, puede ser muy común.
Sin embargo, durante los últimos años, el clima ha cambiado radicalmente. La mayoría de los habitantes comentan, especialmente ganaderos, que la intensidad de las lluvias y la sequía viene en aumento.
«La realidad del cambio climático es tener soles más duros, veranos intensos, inviernos también más duros. El clima ha cambiado drásticamente, sobretodo desde hace unos 30 años hasta la fecha», asegura Eduardo Martínez, ganadero del municipio de Paz de Ariporo.
Hablando con sus habitantes, la mayoría recuerda la grave emergencia que causó la sequía en 2014, cuando ésta acabó con la vida de unos 25 mil animales que, al no encontrar agua, morían de sed.
«Nos tienen abandonados. El Llano y los llaneros estamos a la despensa de nada. El Gobierno nunca nos ha prestado atención a pesar de esta catástrofe en 2014, registrada por todos los noticieros. Hoy los Chigüiros siguen recibiendo agua en carrotanques. No pasa nada. Queremos hacer un llamado la Gobierno para que nos presten atención», indicó Libia.
Esa atención que reclama Libia y la mayoría de Casanareños está en tener soluciones para mitigar los efectos de la crisis climática. El aumento drástico de la sequía y las lluvias que causan efectos devastadores en la pérdida de biodiversidad.
La ganadería en este lugar, es sinónimo de sostenibilidad, ya que producen conservando la naturaleza. El respeto y amor por esta región que profesan sus habitantes, se reflejan en los cantos de vaquería, declarados patrimonio inmaterial de la humanidad.
Esta cultura de cuidar la fauna y la flora, hace de la Orinoquia colombiana un ejemplo a nivel mundial de ganadería sostenible. Tanto que, según cuenta don Eduardo, «hace poco hicimos un intercambio de saberes con ganaderos de Paraguay ( a través de ONG´s de medio ambiente como WWF) y ellos quedaron sorprendidos porque nosotros, en nuestras labores diarias, protegemos la biodiversidad».
Por esta razón, los ganaderos como Libia y Eduardo piden sembrar más arboles en un ecosistema donde naturalmente no los hay. En los últimos cinco años, ellos han sembrados algunos núcleos de árboles y «nos hemos dado cuenta que esto ayuda a los animales a resguardarse de la intensa sequía y lluvias».
*Este trabajo periodístico se realiza con el apoyo de WWF, la ONG internacional de medio ambiente.