El 9 de noviembre de 1989 se derrumbaba el Muro de Berlín. Los dirigentes comunistas perdieron gradualmente el monopolio del poder en todos los países del bloque del Este, que acabó por desmoronarse. Con la excepción de la Unión Soviética, donde el proceso de desintegración sin embargo también había comenzado. Desde marzo de 1990 hasta su declive en diciembre de 1991, un total de 21 estados declararon su independencia.
La Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Que Sufre (ACN) llevaba decenios esperando que cambiara la situación de una Iglesia perseguida y prácticamente aislada del mundo para desarrollar posibilidades de ayuda y llegar a nuevos colaboradores para realizar proyectos. Uno de los primeros fue Mons. Joseph Werth, obispo de Novosibirsk, en Rusia. Durante su reciente visita a la sede internacional de la Fundación, María Lozano mantuvo una entrevista con él sobre los inicios de su cooperación con ACN.
Hace algunos meses celebramos los 30 años de la caída del Muro. El año 1990 fue también decisivo para Rusia y la labor de Ayuda a la Iglesia Que Sufre (ACN) en ese país. ¿Recuerda su primera visita a la Fundación?
Llegué a Alemania por primera vez exactamente cuando cayó el Muro. Recuerdo que para conseguir el visado, tuve que hablar con el KGB. El funcionario me dijo: Sabe que va a un país capitalista, tenga precaución. Tenga cuidado de que no le convenzan. Cuando inicié el viaje, todo estaba lógicamente como era hasta 1989. Me dirigí a Ayuda a la Iglesia Que Sufre (ACN) justo el día anterior al 9 de noviembre, tomé el tren pasando por Berlín. El muro todavía seguía en pie. Al día siguiente, todavía de camino a ACN, pude ver en la televisión cómo caía el muro. ¡Fue toda una coincidencia!
Hasta entonces, la comunicación con el mundo occidental no era precisamente fácil… ¿Cómo es que conocía la fundación ACN?
En el año 89 llegaron algunos periodistas hasta Sarátov, a orillas del Volga; allí un periodista católico me habló de ACN. En aquel entonces había comenzado a construir una iglesia en Marx del Volga, por eso me interesaba hablar con ellos; pero no conseguí terminar de construirla porque el papa Juan Pablo II me trasladó a Siberia. Mi sucesor siguió construyéndola en 1991.
¿Fue esa iglesia el primer proyecto que realizó con Ayuda a la Iglesia Que Sufre ?
No, esa fue la ocasión para la primera visita a ACN; así comenzó todo, pero el primer proyecto llegó más tarde, cuando ya estaba en Novosibirsk, en Siberia. Yo era el obispo de toda Siberia. El Nuncio me consagró y me dirigí directamente a Novosibirsk. En aquel entonces no había ni una sola iglesia allí, no teníamos absolutamente nada.
¿No había nada, ni siquiera una parroquia?
Bueno, sí. Había una parroquia en Novosibirsk, una para una ciudad de un millón y medio de habitantes, una metrópoli. Viví casi dos meses en un apartamento, invitado por un movimiento católico que lo acababa de comprar. En ese momento no teníamos medios, ni relaciones con otras diócesis del mundo. Yo era como un estudiante del primer curso, que no sabe nada de números, pero tiene que hacer matemáticas y no sabe nada de la materia.
¿Y allí es donde llevó a cabo su primer proyecto con ACN? ¿Lo recuerda?
Si. En aquel entonces no teníamos libros litúrgicos, ni santorales, ni calendarios litúrgicos o devocionarios. Como he dicho no había nada en absoluto. Teníamos una pequeña fotocopiadora, una para todo Novosibirsk. El párroco tenía también un fax; eso era todo. Si queríamos reproducir una oración, teníamos que hacer una copia en esta pequeña máquina, esperar un poco, y luego hacer la siguiente. Uno se eternizaba… Así que el primer proyecto con Ayuda a la Iglesia Que Sufre (ACN) fue un risógrafo, una máquina de copiado e impresión. Aún recuerdo que costó 20.000 marcos. Eso era lo más necesario en ese momento.
Conoce Ayuda a la Iglesia Que Sufre desde hace 30 años; ¿cómo recuerda la cooperación con nuestra Fundación? ¿Ha cambiado mucho?
Durante los dos primeros años solo había Ayuda a la Iglesia Que Sufre. En el año 93 surgió Renovabis, la labor asistencial de los Obispos alemanes, que se vino a añadir a la reconstrucción de la Iglesia en la extinta Unión Soviética, y que fue de gran ayuda. Durante todos estos años hemos continuado con la cooperación, una cooperación que siempre ha sido buena.
También es verdad que, antes, la flecha que apuntaba hacia el este en el logo de la Iglesia Que Sufre tenía más peso. En aquel entonces, incluso formaba parte de su nombre, se llamaba «Ayuda a los sacerdotes del Este». Nosotros, los sacerdotes de la antigua Unión Soviética, nos dábamos cuenta de que éramos el socio número uno. A principios del milenio, pasó a denominarse Ayuda a la Iglesia Que Sufre. Esto, a los obispos y los sacerdotes del Este nos preocupaba mucho, pues pensábamos que la flecha que apuntaba al Este también desaparecería, lo cual casi hizo que entráramos casi en crisis. Pero he de decir que estas preocupaciones eran infundadas, porque la cooperación continuó.
Su diócesis tiene una superficie de dos millones de kilómetros cuadrados, tanto como España, Francia, Italia, Polonia y Alemania juntas. ¿Cuáles son sus mayores necesidades y cómo se ocupa ACN de aliviarlas?
Mi diócesis es enorme. Además, los católicos son una comunidad «atomizada», como me gusta decir; es decir, que están dispersos por todas partes. No son muy “movibles”, ya que apenas hay transporte público. Por tanto, tenemos altos costos de viaje para atenderlos. ACN nos está ayudando en este campo. También los sacerdotes y los religiosos viven y trabajan muy separados unos de otros y son de muchas nacionalidades diferentes. Es muy importante organizar reuniones a lo largo del año para que no se sientan completamente solos.
Teniendo en cuenta esas distancias, usted seguro que ha recorrido ya muchos kilómetros, ¿no?
¡Ya he ido y vuelto dos veces a la luna! Ahora en serio, el promedio son unos 100.000 km al año. Necesitamos automóviles «robustos», porque en invierno, con una temperatura exterior de 40° o 50° bajo cero, una avería en un coche puede significar la muerte. ACN también nos ayuda a comprar los automóviles, sin este apoyo los viajes pastorales no serían posibles.
Fuente y foto: ACN Colombia