“Es preciso que sepáis”: así comienzan varios párrafos de su carta, en la que denuncia la situación que atraviesa el pueblo libanés. Después de la explosión del 4 de agosto, que destruyó el puerto de Beirut y parte de la ciudad, el P. Charbel ha decidido abandonar el mutismo que – como el describe – lo ha sumido una tristeza casi asfixiante.
En su carta señala que, desde hace casi un año, la situación en el Líbano es extremadamente difícil: “Es preciso que sepáis que la ira ha estado rugiendo durante demasiado tiempo en los corazones de los libaneses, aquí [en Beirut] y en otros lugares. Que los cientos de miles de personas que se vienen manifestando desde octubre contra el desgobierno y la corrupción de los dirigentes políticos son hoy las víctimas sangrientas de este terrible ‘accidente’, causado por la negligencia culpable de esas mismas autoridades”.
El P. Charbel también escribe: “Desde hace varios meses, el Líbano viene hundiéndose en un agujero sin fondo”, recuerda que los ciudadanos ya no tienen acceso a su dinero o solo a “cantidades insignificantes”, que la electricidad se ha vuelto escasa y que la libra libanesa -la moneda nacional- es una sombra de lo que fue. “Los ciudadanos, que ya tenían que luchar para acumular unos pocos y miserables ahorros, ya no tienen acceso a su dinero. Los bancos han bloqueado todas las transacciones y solo acceden a entregar cantidades insignificantes a sus clientes, cantidades con las que nadie puede sobrevivir. Los precios de las tiendas se han disparado. El dólar, que solía valer 1.500 libras libanesas, ahora vale casi 9.000. La electricidad, que desde el final de la guerra civil nunca ha tenido un suministro constante, se ha vuelto aún más escasa. Los generadores con los que se hacía frente a los cortes de luz diarios se han quedado sin gasóleo”.
¿Renacerá el fénix?
Según el sacerdote, la esperanza y la resiliencia de las que -a pesar de las sucesivas tragedias- los libaneses han hecho gala tan a menudo en el pasado ya no existen. “Beirut es hoy una ciudad devastada. La capital ha resurgido tantas veces de sus cenizas, gracias a la increíble fuerza, motivación, ingenio y perspicacia de los libaneses. En cambio, hoy todos se preguntan cómo un país en bancarrota se las arreglará para volver a levantarse”.
El Líbano padeció de 1975 a 1990 una guerra civil en la que murieron más de 150.000 personas. “Hemos vivido de todo, lo superaremos”, se decían los libaneses hasta hace poco, a pesar de la acumulación de desgracias. “Sin embargo, y por primera vez desde que yo naciera en 1980, en plena guerra civil, constato una real pérdida de esperanza entre los libaneses”, escribe el sacerdote.
El apoyo internacional: más necesario que nunca
Según el P. Charbel, antes de la llegada del coronavirus, el Banco Mundial calculaba que el 45% de la población libanesa vivía por debajo del umbral de pobreza. “En cambio ahora, según las declaraciones del ministro de Asuntos Sociales, Ramzi Mucharafieh, el Gobierno estima que el 75% de la población necesita ayuda urgente”.
“Con la quiebra de alrededor de 4.000 tiendas y pequeños comercios y el cierre de unas 5.000 fábricas, la situación no puede más que agravarse. El desempleo se ha disparado y los desempleados no reciben ningún apoyo del Gobierno, así que no tienen más remedio que venir a llamar a nuestra puerta [la de la Iglesia] a por un mínimo de ayuda”.
El P. Charbel señala en su carta que, a petición de la Iglesia local, Ayuda a la Iglesia Que Sufre ha comenzado a apoyar a más de 5.000 familias. “A raíz de esta dramática situación, nos dirigimos a vosotros y os pedimos apoyo para nuestro proyecto de salvar las vidas de las comunidades cristianas en el Líbano”, concluye el llamado del P. Charbel al mundo.
Fuente y foto: ACN Colombia