El pueblo de Sierra Leona ha experimentado mucho sufrimiento en el pasado reciente. Las consecuencias de la sangrienta guerra civil, que se cobró innumerables vidas y devastó gran parte de las infraestructuras entre 1991 y 2002, se siguen sintiendo hasta hoy. La economía está en ruinas, y más del 70 por ciento de los 7 millones de habitantes de este país del África Occidental viven en la pobreza. Las graves catástrofes naturales y la epidemia del Ébola de 2014 han complicado la situación aún más, y ahora, en 2020, con la pandemia del coronavirus, la vida es aún más difícil, especialmente para los países pobres.
En todas las situaciones difíciles, siempre ha sido la Iglesia Católica la que ha permanecido al lado de la población. Así, en Sierra Leona, durante más de un siglo no solo ha prestado atención pastoral a los fieles, sino que también ha facilitado a la población asistencia médica, ha contribuido a mitigar el hambre, ha proporcionado ayuda al desarrollo y ha asistido a las familias en todas sus necesidades. La Iglesia es particularmente activa en el ámbito de la educación y la formación, y, hasta hace poco, las escuelas católicas eran las únicas instituciones educativas en Sierra Leona, a pesar de que el 78 por ciento de los habitantes del país sean musulmanes. La Iglesia es muy respetada por la población por sus obras de caridad, ya que ayuda a todas las personas sin hacer ninguna distinción por pertenencia religiosa o étnica. Sin embargo, al mismo tiempo, también debe cumplir con su tarea principal: la de anunciar el Evangelio, administrar los sacramentos y conducir las almas a Dios. Para sus numerosas tareas también requiere recursos económicos, pero, por desgracia, la Iglesia local es pobre y necesita urgentemente ayuda del extranjero.
Este es también el caso de la Archidiócesis de Freetown, donde 40 sacerdotes acompañan al pueblo en sus necesidades espirituales y también materiales. Muchos de ellos trabajan en parroquias donde no hay electricidad ni agua corriente ni medios de comunicación ni vehículos. El Arzobispo mismo también es pobre, por lo que no puede apoyar suficientemente a sus sacerdotes, y la crisis del coronavirus ha exacerbado esta situación: al suspenderse las Misas públicas, también se han perdido las de por sí escasas colectas. Por ello, Ayuda a la Iglesia Que Sufre ha destinado a los 40 sacerdotes de la archidiócesis estipendios de Misa por un total de 17.160 euros, a saber, algo menos de 430 euros por sacerdote para todo un año. Los sacerdotes celebran la Santa Misa por las intenciones de los benefactores que han donado los estipendios, y un estipendio de Misa es un regalo voluntario de gratitud y amor para un sacerdote que celebra la Santa Misa por una causa particular, por ejemplo, por un difunto o por un enfermo. Según el Derecho Canónico, no es un “pago” por la celebración de la Santa Misa. No obstante, en muchas partes del mundo estos estipendios suponen una contribución esencial al sustento de los sacerdotes, que los utilizan no solo para sí, sino también para las necesidades de sus comunidades.
El párroco Emmanuel A., uno de los sacerdotes que ha recibido estipendios de Misa, nos escribe: «Durante la crisis tenía que unirme a los pescadores todos los días después de la oración de la mañana para ganarme el pan de cada día. Mi iglesia está en la playa. Estoy muy agradecido por los estipendios de Misa recibidos. ¡Que el Señor continúe bendiciéndoles abundantemente!»
Fuente y foto: ACN Colombia