La noche del 27 de enero de 2019 no será fácil de olvidar para fray Gabriel Avila Luna, pensó que podía ser la última. Vientos de más de 300 kilómetros por hora arrasaron partes de la Habana. Fueron dieciséis minutos, en los cuales los frailes mercedarios que viven en la parroquia de Jesús del Monte estuvieron entre la vida y la muerte. El tornado arrasó una franja de 20 kilómetros de largo y medio de ancho y se llevó consigo a cuatro personas.
Incluso para los habaneros, acostumbrados a sufrir huracanes, fue traumático por lo imprevisto de su llegada y por su violencia, nunca vista en los quinientos años de historia que acaba de cumplir la ciudad. “Ahora estamos cinco frailes pero entonces éramos tres, los demás no habían llegado todavía a la misión. Esa noche estaba yo con fray Rodolfo, pues el otro fraile estaba fuera. Creo que fue providencial que no estuviera porque su habitación fue la más afectada” explica fray Gabriel. “Parecía un bombardeo, sonaban como disparos y realmente pensamos que íbamos a morir,” recuerda fray Rodolfo Rojas, mientras enseña los destrozos a la fundación internacional ACN. “Todavía hay trozos de tejas de las casas vecinas incrustadas en las paredes del templo y del convento. El miedo a que pueda repetirse algo así se les ha quedado en los huesos a muchos vecinos.” También los frailes, al frente de Jesús del Monte desde 2014, siguen temiendo el riesgo, justo ahora que empieza de nuevo la época de ciclones y huracanes en el Caribe.
Como sugiere el nombre, la antigua e histórica parroquia de Jesús del Monte está ubicada en una loma del mismo nombre, un lugar simbólico para la historia de La Habana por haber sido testigo de sublevaciones y de la defensa heroica de la ciudad ante invasiones extranjeras. “Atendida por los mercedarios, fue el primer templo construido fuera de los muros de la antigua ciudad de La Habana y en sus archivos se guardan registros bautismales de 1689. Para los vecinos del reparto (barrio) Diez de Octubre es un lugar emblemático, aquí se reúnen para sus actividades culturales y los niños vienen a jugar, todo aquí gira alrededor del templo” explica fray Rodolfo durante la visita de la fundación ACN.
Pero por un tiempo esto no será posible, pues el tornado se cebó especialmente con él. “El techo colonial de madera y las paredes de mampuesto sufrieron daños irreparables y casi todos los bancos, estatuas y otros objetos fueron destruidos o desaparecieron por la fuerza del viento que abrió el gran portón de la entrada principal. La cruz de hierro que regía sobre el campanario fue arrancada de cuajo y cayó como un proyectil sobre la parte cercana al coro, dejando un boquete inmenso” explica Eduardo Andrés, encargado del proyecto de reconstrucción que la fundación ACN quiere apoyar en los próximos meses. La reparación es extremadamente urgente porque como cuenta fray Gabriel “hasta la fecha la iglesia y la casa parroquial siguen en un estado deplorable y deteriorándose cada vez más, además tenemos que reunir a los feligreses los domingos fuera del templo y en épocas de lluvias eso no es posible”. Agradecen enormemente a ACN que junto con otras organizaciones se ha comprometido a restaurar el histórico templo patrimonial.
Pero el joven fraile mexicano de 29 años sigue sin dormir bien y no por miedo a un nuevo tornado, sino porque como superior de la comunidad en Cuba no sabe cómo solventar los otros problemas que tienen: la casa dónde viven los frailes sufrió destrozos en ventanas y puertas, algunos suelos se están hundiendo y en la época de lluvia se filtra el agua por todas partes. “No es tanto por nosotros, sino que tenemos tres seminaristas, jóvenes que tienen deseos de ingresar a nuestra comunidad pero que están en su casa por la situación de deterioro de nuestro convento” se lamenta el sacerdote. “Llegamos a la isla en el 2012, después de 125 años de haber salido de Cuba. Fray Rodolfo fue uno de los primeros en profesar después de nuestra llegada. Vivimos de la providencia; la alimentación, los medicamentos o los gastos personales… todo depende de la generosidad de los fieles. La fundación ACN nos ayudó con intenciones de misas, estábamos desesperados y fue una gotita de agua que agradecemos mucho, pero las cosas en Cuba están muy mal,” su voz desvela impotencia y tristeza. Comprensible porque fray Gabriel teme las consecuencias si la situación no cambia: “Nuestra presencia en la Isla está en peligro, al no tener economía tendríamos que emigrar a México pues no se puede mantener la misión. Si no pasa un milagro tendríamos que abandonar Cuba. Sería una gran tristeza porque creo que por nuestro carisma redentor nuestra presencia es necesaria para los habitantes de aquí. Sería tristísimo tener que partir de nuevo, pero no sé cómo hacer para evitar el cierre de esta gran misión.”
Fuente y foto: ACN Colombia