Soy usuario permanente de esta red social; aprecio y valoro lo que en ella se expone.
No acostumbro a hacer esta clase reflexiones tan personales por los medios. Siempre público noticias y comentarios de interés general. Pero hoy me veo en la necesidad de hacerlo ante tantos amigos y conocidos que han fallecido últimamente.
Saber que estamos vivos es un asunto que nos debe hacer sentir muy felices y lo menos que debemos es darle gracias a Dios por tantas bendiciones recibidas. La vida en sí misma es un milagro.
En las últimas semanas y meses hemos visto como familiares, compañeros de trabajo, entrañables amigos, colegas y allegados a nuestra actividad y profesión; están muriendo sin ni siquiera haberlos despedido. Se van así en un «abrir y cerrar de ojos».
Que ni siquiera podemos visitarlos fugazmente en una funeraria y menos aún acompañarlos hasta su morada final. Esto nos pone muy acongojados y nos demuestra que el ser humano tiene inexorablemente fecha de vencimiento.
Una reflexión que seguramente muchos de ustedes comparten:
Nos persiguen una cantidad de prejuicios y actitudes negativas en nuestro diario vivir; como el odio, la envidia, el egoísmo, la acumulación de riqueza desmedida, la avaricia y otros males del Siglo 21 que no nos dejan ser felices. Somos unos constantes inconformes.
Más bien perdonemos y aceptemos a los demás como son. Nadie es perfecto. Todos cometemos errores grandes o pequeños.
El perdón es el catalizador perfecto… el mejor antídoto para la tristeza y la melancolía.
Qué tal si hoy llamamos a aquella persona con la que hemos tenido un desencuentro, un disgusto o un problema en el pasado. Haga un esfuerzo y ofrézcale mil disculpas.
Es más; pidale perdón. Así no sea usted el culpable de la situación qué originó el alejamiento. Estoy convencido que ese acto generará un cambio en aquella persona y reflexionará positivamente.
El Covid-19 nos demostró que los seres humanos somos demasiado frágiles y que en cualquier momento puede terminar nuestra existencia aquí en la tierra.
Para que guardar odio y resentimiento en nuestro corazón, si podemos cambiarlo por generosidad y tolerancia. Nuestros hijos y familia lo agradecerán.
Por: Jorge Luis Ospina Macias, periodista Voz de Yopal.