«Mamá, papá, los amo». Al primer gol de Leicy Santos como profesional le siguió un grito de agradecimiento a Elizaith y Diana. A sus padres les debe la vida y su profesión de futbolista. Ellos cimentaron su sueño. Creyeron en ella, incluso en los duros tiempos en los que la economía familiar no daba para mucho.
La volante colombiana empezó a jugar «a pie descalzo, porque no tenía zapatos para jugar». «El único que trabajaba era mi papá. Él se dedicaba a vender pescado y él era el que sostenía la familia», rememora la ganadora del II Trofeo EFE, que impulsa Renfe.
Convertida en la jugadora latinoamericana más valiosa de la temporada 2019/20, en pieza clave del Atlético de Madrid y en estrella de la selección de Colombia, Leicy Santos (Lorica, 1996) echa la vista atrás orgullosa de sus pasos y agradecida a su familia.
– Pregunta (P): ¿Cuándo se despierta su amor por el fútbol?
– Respuesta (R): Desde chiquita siempre me gustó el fútbol, siempre me apasionó. Tuve peleas con mi mamá, porque no me dejaba jugar. Mi papá, sí. Mi papá jugó al fútbol cuando era joven. No llegó a ser profesional, pero siempre fuimos una familia muy futbolera. Yo empiezo a jugar al fútbol como tal, digamos a practicar fútbol, a los trece años. En ese momento es cuando yo me voy de mi pueblo, de Lorica, a Bogotá a buscar oportunidades en el fútbol. Me voy a los 13 años a la capital sola, sin mi familia. Después, mi familia dejó todo lo que tenía en el pueblo para irse detrás del sueño de la hija menor.
– P: ¿Qué la caracterizaba en sus inicios?
– R: Yo vivía solo pensando en el juego de las 4 de la tarde, el picadito que se dice en Colombia. Es el juego que yo hacía con mis amigos. Llegaba del colegio, tiraba mi maleta y todo el día estaba jugando al fútbol. Lo que recuerdo de mi infancia es querer todo el tiempo patear un balón y estar peleando con mi mamá, porque ella me peinaba, me alistaba, me ponía sus vestidos y a la media hora yo ya estaba jugando.
– P: ¿Qué papel jugó su padre en esos años?
– R: El apoyo que me dio mi papá desde muy pequeña fue muy importante. Él en un momento llegó a decirle a mi mamá que me dejara en paz, que me dejara tranquila, porque era lo que me hacía feliz. Evidentemente, yo creo que era el sentimiento de él, de querer jugar al fútbol, que también lo llevó a apoyarme. Luego mi mamá se resignó y el apoyo que encontré en mi papá, en mi mamá y en mi hermano en ese momento del inicio de mi carrera fue demasiado grande.
– P: ¿A su madre le rompió los esquemas que su hija quisiese ser futbolista?
– R: A mi madre y a la gente de mi pueblo. Mi pueblo está en la región costera del Caribe. La mentalidad es machista. Ha evolucionado en ciertas cosas, pero imagínate 10 años atrás cómo estaba la situación. En la cabeza de nadie estaba que una niña pudiera ser futbolista profesional, menos una niña que viniera de un pueblo, ni que lograra tantos éxitos y trofeos como los que estoy consiguiendo yo.
– P: ¿Cómo fueron sus comienzos?
– R: Para mí, todas las futbolistas que nos dedicamos a esto tenemos nuestra historia. Cualquier historia toca y es bonita. Los inicios, como cualquier otro deporte o trabajo, no son fáciles. Yo no te voy a decir que pasé hambre ni estuve mal, pero sí fue complicado al principio. El único que trabajaba era mi papá. Él se dedicaba a vender pescado y él era el que sostenía la familia. Mi mamá era ama de casa. Al principio fue duro, pero fue mucho más duro cuando mi familia dejó su vida estable en el pueblo, su vida tranquila en nuestra casa, para irse a Bogotá, a una ciudad donde no conocían a nadie. Esos primeros meses en Bogotá sí fueron duros. Pasamos muchas necesidades. Mi familia estuvo a punto de regresar al pueblo. Pero la ilusión y el sueño que yo tenía de ser futbolista les mantuvo.
– P: ¿Diría que ellos se lo jugaron todo por su sueño?
– R: Todo. Me quito el sombrero con mi papá y me quito el sombrero con mi mamá, por hacer eso que hicieron por mí. Yo los admiro. Tuve esa suerte o fortuna que la vida me brindó estos padres que apostaron por el sueño de su hija, así fuera un sueño inalcanzable porque no había ni la más mínima posibilidad de que el fútbol femenino creciera tanto como creció durante estos últimos diez años. Nunca soñé ni imaginé que la vida me iba a dar todas estas cosas bonitas que me está dando ahora.
– P: ¿Qué esperaban ellos de usted cuando decidió marcharse a Bogotá?
– R: Cada vez que ellos hablan y comentan mi historia con la gente, siempre en cada historia conozco yo un detalle de esa historia. Yo viví esa transición a mi forma. Pero ellos tienen historias demasiado conmovedoras. Lo mejor que me pudo dar el fútbol es esa unión que encontré con mi familia en ese momento de mi vida. No la teníamos cuando vivíamos en el pueblo y sí la tuvimos cuando llegamos a Bogotá. A partir de ahí mi familia creció un montón. Nos unimos como familia. Mi mamá y mi papá dicen que ellos nunca se imaginaron que yo iba a llegar tan alto como he llegado hasta ahora. Ellos se imaginaron cuando vieron que la cosa iba en serio que iba a estar en la selección y ya. Con eso ellos se sentían satisfechos de haber apostado por mi sueño.
– P: ¿Con qué soñaba usted entonces?
– R: Yo siempre decía que quería ser futbolista profesional. Sabía que en Europa existía la posibilidad de que las mujeres jugaran, que había ligas, que había una Champions. Pero una cosa es que tú lo digas, lo sueñes o lo pienses, y otra es lograrlo y llegar hasta acá. No es fácil. Exige mucho esfuerzo, mucha dedicación y tener mucha paciencia. Yo vivía más el día a día. Trato siempre de vivir así mi vida y mis cosas. Nunca imaginé tener tanto ni lograr tanto como he logrado.
– P: ¿Cómo recuerda esos años en Bogotá, fundamentales para su vida y su carrera?
– R: Lo recuerdo como un aprendizaje que tuve en mi vida. Me tocó crecer rápido, me tocó madurar rápido. Me fui a vivir sola, sin mi familia, sin ese apoyo al principio. Tenerlos después a ellos me ayudó a crecer más porque conocí el valor de la familia. Conocí el valor de ese apoyo incondicional que siempre he tenido en mi vida, que son ellos. El club al que llegué, Besser, me abrió las puertas al fútbol realmente. Estoy demasiado agradecida con ellos porque me dieron esa oportunidad de soñar, de darme cuenta de que en el fútbol podría encontrar muchas oportunidades y que podría abrir muchas puertas, a nivel profesional y a nivel académico. Conocí a gente muy linda también en los torneos que jugué en Bogotá. Para mí Bogotá es mi ciudad, mi hogar. Me dio mucho. El presidente de Besser fue el que me descubrió. Me vio y me dijo: ‘tú tienes que venir a Bogotá para trabajar, para que entrenes’. Esas personas que estuvieron ahí cuando uno solo es un proyecto son las que uno tiene que valorar cuando empieza a ver los frutos.
– P: ¿Los empezó a ver en el Independiente Santa Fe?
– R: Ahí empieza mi carrera profesional. Ahí decía: ‘¿Y ahora qué?’. Recuerdo que jugamos nuestro primer partido profesional en el Campín, recuerdo que es la primera liga que juego y la ganamos, llenamos estadios, hicimos historia y récord en el fútbol femenino. Era una locura. En ese momento dije: ‘ya logré lo que quería, ser profesional. ¿Ahora qué viene?’. En mi cabeza estaba venirme a Europa a jugar.
– P: Su despedida fue a lo grande, con un gran homenaje en su último partido.
– R: Es un momento en la vida que uno no olvida. Yo no me esperaba eso. No imaginaba tanto cariño y tanto agradecimiento de la hinchada de Santa Fe, de los directivos, de la gente, incluso de mis rivales. Cuando se terminó el partido se me arrugó el corazón. Tenía ese sentimiento encontrado. No me quería ir, pero sabía que era la hora, que era el momento de buscar otras cosas y otros nuevos retos en mi vida. Fue demasiado conmovedor ese momento. No lo voy a olvidar.
– P: Llegó cedida por una temporada al Atlético de Madrid. ¿Pensaba estar solo una temporada y regresar a Colombia o vino a Europa con la idea de quedarse?
– R: En mi cabeza yo tenía claro que en el momento en que dejara Colombia no iba a volver pronto. Sabía que me iba a terminar quedando.
– P: ¿Qué encontró en España?
– R: El primer día que llegué fui a tomar algo a una cafetería. Recuerdo al señor que estaba atendiendo. Le pregunto: ‘¿qué tienes de beber?’. Y me contestó como muy español. Comparado con la cultura nuestra, ustedes son muy fuertes, con un carácter muy fuerte. Ahora sé que es normal, hablan así. Fue un choque cultural y emocional al principio, porque ahora me encanta Madrid. España me gusta un montón. Las culturas, más allá de que sean diferentes, son parecidas y eso ayuda mucho a adaptarte. El nivel de competencia y juego me costó al principio. En el primer entrenamiento no veía el balón. Veía lo rápido que se jugaba. Como todo proceso de adaptación, cuesta al principio, pero una vez te afianzas ya va fluyendo. Después de un mes estaba feliz aquí.
– P: ¿Con qué se queda de su primera temporada en el Atlético de Madrid?
– R: Me quedo con esa sensación de que el trabajo al final te da esos logros. La temporada fue atípica, por todo lo que pasó y por todo lo que nosotros pasamos, por los cambios de técnico y los resultados, que a veces no se nos daban. Pero me quedo con que el Atlético nunca deja de creer y siempre está ahí, trabajando. A pesar de todos sus tropiezos, se levanta; y se levanta con mucha más fuerza. Con eso me quedo en cuanto al equipo. En lo individual, obviamente es una satisfacción enorme haberme adaptado rápido, ser protagonista en el equipo, que era uno de mis objetivos, y empezar a marcar goles genera mucha confianza. Ojalá esta temporada mejore mis números.
– P: ¿Qué sueños le quedan por cumplir?
– R: Sueño con ganar la Champions, con hacer historia en el Atlético y con volver a ganar la liga. Luego, algo más individual, es ayudar mucho y seguir contribuyendo a la selección de Colombia, para que siga creciendo. Falta mucho. Es algo de lo que me he dado cuenta desde que estoy acá. En Colombia y Sudamérica estamos muy atrás todavía. Quiero poder seguir haciendo que el fútbol en mi país siga creciendo.
– P: Ha jugado un Mundial, unos Juegos Olímpicos y unos Juegos Panamericanos. ¿Está orgullosa de la trayectoria con su selección?
– R: Hay muchos momentos en la selección que son muy especiales. Al primer Mundial al que tú vas, obviamente es único. Luego el Mundial mayor, porque sabes que es lo más top del fútbol. Tener la oportunidad de ir a las Olimpiadas son cosas increíbles. Cuando vas, le das valor. Pero si me preguntas un momento de la selección épico fue el campeonato de los Panamericanos porque no hay nada como ganar. Fue un torneo increíble. A pesar de que lo sufrimos, porque lo sufrimos mucho. Recuerdo el partido que jugamos contra Costa Rica, que íbamos ganando por 3-1, luego nos empatan y vamos al tiempo extra. Y la final, con penales, contra Argentina. Eso le da mucho valor a lo que hicimos. Encima teníamos todo el peso de Colombia, porque tres meses antes habíamos salido a denunciar a la federación y teníamos toda esa presión.