Sumida en una imparable tercera ola de coronavirus, Irlanda ha pasado en cuestión de semanas de ser uno de los países más eficaces en la lucha contra el coronavirus a tener la mayor tasa de transmisión del mundo.
Este pequeño país de cinco millones de habitantes sólo ha registrado 2.397 muertes por covid-19 y se ha elogiado la forma en que salió de las dos primeras olas de la pandemia.
En diciembre tuvo la tasa de incidencia más baja de la Unión Europea, tras haberse convertido en el primer país europeo en introducir un segundo confinamiento.
Pero el lunes, con 1.288 nuevos casos confirmados por cada millón de habitantes, según los datos recopilados por la Universidad de Oxford haciendo un promedio del registro de siete días, ahora ocupa un triste primer lugar, por delante de la República Checa y Eslovenia.
Según las estadísticas oficiales, Irlanda había registrado poco más de 93.000 casos positivos de coronavirus al 1 de enero, cifra que desde entonces ha superado los 155.000 (3.086 más solo el martes).
El martes, Suiza anunció una cuarentena para los viajeros procedentes de Irlanda, mientras que el Director de Emergencias Sanitarias de la OMS, Michael Ryan, reconocía que el país se enfrenta ahora a «uno de los mayores aumentos en el número de casos de la enfermedad» en el mundo.
Según el servicio de salud Irlandés, los hospitales están al borde del colapso. Tienen a 1.700 pacientes infectados con el virus según las cifras publicadas el martes, casi el doble de la cifra registrada durante el pico de la primera ola de primavera.
Para combatir este «tsunami» de contagios, en palabras del primer ministro Micheál Martin, Irlanda puso en marcha un tercer confinamiento después de Navidad, cuyo sucesivo endurecimiento provocó el cierre de escuelas, tiendas y pubs, restaurantes y hoteles.
A menos que participe en una tarea «absolutamente esencial», una persona «no tiene razón para estar fuera de casa«, afirmó el jefe de gobierno la semana pasada.
«Verdadera Navidad»
Unas semanas antes, Irlanda había sido uno de los países que más relajó las restricciones para las fiestas navideñas.
Desde bares a gimnasios y peluquerías, las llamadas tiendas «no esenciales» abrieron en diciembre.
Según los informes de los medios de comunicación locales, la relajación se decidió en contra de las recomendaciones del equipo de científicos que asesoran al gobierno.
Así, se permitió que hasta tres hogares diferentes se reunieran para que la gente pudiera pasar una «verdadera Navidad», en palabras de Martin.
Según uno de los máximos responsables médicos del país, Tony Holohan, antes de Navidad se observó un nivel de interacción social comparable al que existía antes de la pandemia, lo que favoreció la propagación del virus.
En Irlanda también se han detectado muchos casos de la variante del coronavirus descubierta en el Reino Unido, hasta un 70% más contagioso según las autoridades sanitarias británicas.
En la primera semana del año, la nueva variante representó el 45% de las muestras analizadas en Irlanda, según las autoridades de este país.
En un intento por detener la propagación, la República de Irlanda suspendió los vuelos procedentes de Gran Bretaña hasta el 9 de enero y ahora exige una prueba de covid-19 negativa a la llegada, medida que se extenderá a todos los países a partir del sábado.
Sin embargo, algunos medios de comunicación han destacado el papel que la frontera con la provincia británica de Irlanda del Norte puede haber desempeñado en contra de sus esfuerzos por detener la propagación de la nueva variante británica.
En virtud de los términos del acuerdo de paz de 1998 para poner fin a tres décadas de sangrientos combates entre republicanos católicos y unionistas protestantes, la frontera de casi 500 km permanece abierta.
Martin afirmó el lunes que es «muy difícil» sellar esa frontera y «demasiado simplista» culpar a una sola región de la vertiginosa propagación del virus.