En su último día a la cabeza del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro, de 89 años, entregó el poder a una nueva generación de dirigentes, en un momento histórico tras 62 años de los hermanos Castro al frente del país, pero sin ningún cambio en la línea política.
«Entregamos la dirección del país a un grupo de dirigentes preparados, curtidos por décadas de experiencia» en la organización y «comprometidos con la ética y los principios de la revolución y el socialismo», dijo Castro el viernes, durante la apertura del octavo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).
El presidente, Miguel Díaz-Canel, que este lunes tomó oficialmente el relevo como primer secretario del PCC, el máximo cargo en Cuba, asumió en medio de una profunda crisis económica en el país por la pandemia del coronavirus y el reforzamiento del embargo que mantiene Estados Unidos contra el país desde hace 60 años.
Aunque es una transición simbólica, en un país donde la mayoría sólo ha conocido a Fidel y Raúl Castro al frente del poder, no necesariamente supone un cambio en la línea política de Cuba.
«Yo desde que nací conozco un solo partido y hasta ahora se vive con él, y nadie se muere de hambre«, dice Miguel Gainza, un artesano de 58 años, que trabaja en La Habana Vieja y apoya este sistema político. «Lástima que Fidel se haya muerto porque él sí resolvía todo», lamenta.
«Administrar un país»
Un total de 300 delegados provenientes de toda la isla, en representación de 700.000 militantes, votaron el domingo de manera directa y secreta para elegir al Comité Central, integrado por 114 miembros.
El nuevo comité anunció este lunes la conformación del Buró Político, actualmente de 17 integrantes, y la cúpula del partido.
Para John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial Cuba-Estados Unidos, es necesario un relevo generacional. «En la actualidad, la edad sumada de los tres líderes actuales del Partido Comunista se acerca a 300 años», dice.
La salida de Castro podría estar acompañada de la jubilación de otros militantes que lograron el triunfo de la revolución en 1959, incluido el segundo secretario, José Ramón Machado Ventura, de 90 años, y Ramiro Valdés, de 88 años.
El partido está envejecido. El 42,6 % de sus militantes tiene más de 55 años, lo que frustra las aspiraciones de los jóvenes.
Kavulich considera que en el partido hay una «falta de voluntad para aceptar que ya no necesita luchar por una revolución, sino administrar un país no de mediados del siglo XX, sino de la segunda década del siglo XXI».
Entre muchos cubanos hay un cansancio por la escasez y las largas filas para abastecerse. El país importa el 80 % de lo que consume.
El gobierno, acosado en los últimos cuatro años por el endurecimiento de sanciones desde Washington, continúa teniendo entre sus prioridades el combate ideológico.
«La existencia en Cuba de un único partido ha estado y estará siempre en el foco de las campañas del enemigo», dijo Castro en su discurso. «Esta unidad debe cuidarse con celo y jamás aceptar la división entre revolucionarios bajo falsos pretextos de mayor democracia«, añadió.
«Contrarrevolución interna»
En la pizzería en la que trabaja con música de rap de fondo, Luis Enrique Oramas, de 30 años, dice que «si dejaran a las personas opinar lo que piensan, sería como en otros lugares, (habría) dos y hasta tres partidos».
«A la mayoría de las personas nos gustaría más que como se está moviendo el país ahora mismo, teniendo un partido en el que todos piensan lo mismo», añade.
La nueva dirigencia llega en medio de una expansión de demandas sociales en redes, gracias a la llegada del internet móvil en 2018.
Activistas, artistas e intelectuales mantienen una intensa actividad en redes, en un país donde las manifestaciones son casi inexistentes.
Antes de irse, Castro rechazó que «la mentira, la manipulación y la propagación de noticias falsas ya no conocen límite alguno» en referencia a las críticas en las redes.
Se trata de «la contrarrevolución interna, que carece de base social, liderazgo y capacidad movilizativa», añadió.
Durante el congreso, el partido adoptó una resolución para enfrentar la «subversión» política e ideológica.
Mientras se celebraba el congreso del PCC, una veintena de activistas, periodistas independientes y artistas denunciaron en Twitter que la policía les impedía salir de sus casas, un recurso empleado para evitar que se reúnan.