El Amazonas desempeña una labor fundamental para absorber el dióxido de carbono. Sin embargo, el sureste del mayor bosque tropical del mundo ha empezado a emitir más CO2 del que absorbe, según reveló un estudio que publicó Nature.
Factores como la deforestación inducida por el hombre y el cambio climático parecen influir en la capacidad del Amazonas para actuar como sumidero de CO2 y han alterado el equilibrio local de los gases de carbono, sugiere la investigación liderada por científicos brasileños.
El sudeste de la Amazonía es la zona más afectada, al haber pasado de ser un sumidero a convertirse en una importante fuente de carbono durante el periodo de estudio entre 2010 y 2018, precisa el análisis encabezado por Luciana Gatti del Instituto Nacional de Investigación Espacial (Brasil).
Los expertos también vieron que las emisiones totales de carbono son mayores en la zona oriental del Amazonas, como resultado de las diferencias espaciales en las emisiones de carbono-monóxido derivadas de los incendios.
En los últimos 40 años, el este de la Amazonía ha sufrido más deforestación, calentamiento y estrés hídrico en comparación con la parte occidental, especialmente durante la estación seca.
Los autores consideran que el estrés infligido a los ecosistemas locales y el aumento de los incendios -promovido por la intensificación de la estación seca y el incremento de la deforestación- pueden ser responsables de las mayores emisiones de carbono en el este de la Amazonía.
El equipo analizó las concentraciones de dióxido de carbono y monóxido de carbono en la troposfera (la capa más baja de la atmósfera terrestre), sobre la Amazonía brasileña entre 2010 y 2018.
De acuerdo con los autores, los resultados de la investigación pueden ayudar a contextualizar los impactos a largo plazo de las interacciones entre el clima y las perturbaciones humanas, en el balance de carbono del mayor bosque tropical del mundo.
Al revelar una asociación entre la deforestación y los cambios climáticos en toda la Amazonía, el estudio sugiere que esas interacciones pueden tener consecuencias duraderas y negativas tanto para el balance de carbono de la región, como para la fragilidad de sus ecosistemas.