El apoyo a los futuros sacerdotes y sus seminarios en todo el mundo es, sin duda, una de las tareas más fructíferas y prioritarias de nuestros tiempos. Cuando observamos la creciente confusión de las conciencias, el alejamiento de la ley natural y el intento de sustituir a Dios por el “yo” y de reducir el Cristianismo hasta convertirlo en una vaga teosofía, comprendemos la urgencia de formar a quienes actúan en lugar de Cristo. La secularización y el ateísmo reducen a lo más mínimo el espacio de lo sagrado y vacían de contenido el mensaje cristiano. En la era de la tecnología y el bienestar, la gente siente una pobreza espiritual extrema. Son víctimas de profundos miedos existenciales y son incapaces de resolver los problemas de fondo de la vida personal, familiar y social.
En este contexto, la misión del sacerdote es de vital importancia y de urgente actualidad. El sacerdote debe anunciar al mundo el mensaje de Cristo en su plenitud, pureza y radicalidad. Debe transmitir al mundo la fuerza liberadora de Cristo! Pero para que los sacerdotes estén a la altura de esta misión, deben estar bien preparados humana, espiritual, intelectual y pastoralmente. La Iglesia puede sobrevivir a todos los ataques, pero no podrá resistir al peligro si olvida las palabras de Cristo: “Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo”. De qué sirve un sacerdote tan asimilado al mundo que acaba siendo un sacerdote totalmente “mundano” y deja de ser levadura transformadora?
Queridos amigos, el Señor nos pide que recemos por las vocaciones y que apoyemos de todas las formas posibles la sólida formación de los sacerdotes. El Señor no consagra a Sus sacerdotes para hacer de ellos una casta, sino profetas; no para darles privilegios, sino para hacerlos partícipes de Su cruz; no para gobernar, sino para servir y para que, como Jesús, entreguen sus cuerpos en el mundo y derramen su sangre como ofrenda por todos los hombres.
Señor, guarda en Tu amor a quienes has designado como custodios de Tu casa, como anunciadores de Tu voluntad, como ministros y dispensadores de los santos misterios, pues afrontan en el mundo incomprensión, hostilidad e impopularidad ante la opinión pública. Rodealos, Señor, de una familia espiritual que rece, comprenda, ayude y apoye. Que Tu pueblo goce del don y el consuelo de sacerdotes fieles y santos que den testimonio de su identidad con su vida. Señor, Te rogamos con las palabras de Santa Teresa de Lisieux: Con el poder de transformar el pan y el vino, dales tambi n el poder de transformar los corazones. Y haz que, ante los temores y las dudas de las personas que se preguntan dónde podemos encontrar a Cristo?, nosotros podamos dar la misma respuesta que dio San Ambrosio: En el corazón de un sacerdote sabio.
Cardenal Mauro Piacenza,
Presidente de Ayuda a la Iglesia que Sufre
Tomado de ACN Colombia