Con la desnutrición en los niños como una problemática pendiente para la mayoría de sus países, Latinoamérica se enfrenta ahora a una «deuda emergente», ante el ascenso de las cifras de sobrepeso y obesidad, advirtió este domingo el director de Nutrición y Desarrollo Infantil del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Víctor Aguayo.
El funcionario, que comenzó en Paraguay un recorrido que lo llevará en principio a Argentina y este año a por lo menos otros diez países, habló en una entrevista de la actual «policrisis» mundial, que conjuga la pandemia, una guerra de «dimensión casi mundial» como la de Ucrania, los conflictos locales muchos de ellos crónicos y la crisis climática, entre otros, y sus efectos en la nutrición de niños, adolescentes y de mujeres.
Para este experto, Latinoamérica es, desde una perspectiva mundial, una «región avanzada», ya que sus niveles de desnutrición infantil son comparativamente «muchísimo menores que en otras regiones, como puede ser la región asiática o la africana», pero en donde también «existen problemas de nutrición infantil importantes que falta aún por resolver».
«No hay ningún país que pueda decir: ‘la desnutrición infantil ya no es un problema en mi país latinoamericano’. Todos los países todavía tienen una deuda pendiente», explicó Aguayo, quien observó, «con ella y junto a ella, una deuda emergente en lo que se refiere al sobrepeso y la obesidad infantil», como una forma de malnutrición.
De allí que aseguró que con su visita busca ver cómo la Unicef puede aportar una solución «a esa recta final de la eliminación de la desnutrición infantil en el continente», al tiempo que se resuelven otros problemas nutricionales «que suponen también una amenaza para el bienestar de los niños y también para el futuro de los países».
Entre otros retos señaló que la pandemia ha sido, no un detonante, «sino un agravante de problemas que preexistían», pero además ha afectado programas como el control prenatal debido al miedo de las mujeres a acercarse a sistemas de salud que se concentraron en la respuesta al virus.
En el escenario mundial, Aguayo alertó de una «policrisis» o «casi una tormenta perfecta», que se está traduciendo en una «crisis alimentaria y nutricional de dimensiones casi desconocidas hasta la fecha».
Dicha crisis, agregó, se caracteriza por una «disrupción del sistema alimentario», que supone que «cada vez sea más difícil alimentar de forma saludable a los niños para un número creciente de familias» que sustituyen «alimentos de mayor calidad nutricional» por aquellos «más baratos», principalmente ultra procesados, con un exceso de calorías, grasas, sal y azúcar, que permiten «llenar el estómago».
En ese contexto, Aguayo consideró «sumamente inmensa» la proporción de niños con sobrepeso y obesidad en el mundo.
«En los próximos 5 años vamos a cruzar ese punto en el que, de hecho, vamos a tener más niños con sobrepeso y obesidad que niños con desnutrición», alertó, al indicar que en este momento hay unos 149 millones de niños menores de 5 años con desnutrición crónica en el mundo y unos 136 millones de niños de 5 a 10 años con sobrepeso y obesidad.
«Y nuestra predicción añadió es que de aquí al 2030 vamos a cruzar ese punto en el que vamos a tener, de hecho, más niños con sobrepeso y obesidad que niños con desnutrición», sostuvo.
En ese sentido, consideró que los países de Latinoamérica tienen que hacer de la alimentación infantil «una prioridad de Estado» y avanzar en la regulación de la distribución y el consumo de alimentos ultraprocesados.
También animó a esta región a documentar la evolución del estado nutricional de los niños «no cada seis años, o cada siete años o cada diez años», sino anualmente al igual que la carestía de la vida o la fluctuación de las monedas.
«Documentar cómo (los niños) están alimentados, cómo están creciendo, cómo se están desarrollando, tendría que ser una prioridad y nos faltan datos. Nos faltan datos que tenemos que tener, porque sin datos uno navega en la oscuridad», subrayó.