El 27 de mayo, el papa Francisco reconoció la atribución de un segundo milagro al beato Carlos de Foucauld (1858-1916), preparando así el camino para su canonización. Asesinado en Tamanrasset, en el corazón del Sahara, al sur de Argelia, este famoso ermitaño francés, antiguo oficial del Ejército, se convirtió radicalmente a los 28 años a una vida contemplativa consagrada a la voluntad del Padre y centrada en la sagrada eucaristía.
Monje trapense a los 32 años, dejó la vida cisterciense siete años más tarde para establecerse durante tres años en Nazaret como factótum de las Clarisas. Allí, dividió su tiempo entre el trabajo manual, la adoración y la meditación sobre la Escritura y, en especial, sobre la vida oculta de Jesús en Nazaret, al que decidió imitar en silencio y discretamente. Entonces, sintió el impulso de ser sacerdote para llegar a los pueblos más lejanos. Ordenado sacerdote el 9 de junio de 1901, se estableció en el sur de Argelia, en Béni-Abbès, pero allí no erigió un eremitorio sino una khaoua -una fraternidad, un lugar abierto a todos: cristianos, musulmanes y judíos. A disposición de los pobres, comprando la libertad de esclavos y ofreciendo hospitalidad a todos los que pasaban por allí, repartió su tiempo entre muchas horas de oración (especialmente por la noche), actividades manuales y agrícolas y las visitas que recibía. En 1905, Carlos de Foucauld se asentó finalmente en Tamanrasset, en el macizo montañoso de Hoggar, para unirse a los hombres y mujeres tuaregs, a quienes el desierto había aislado del mundo: quería ser hermano de todos, desinteresadamente, sin predicar, con respeto, sin hacer distinciones por religión u origen, llevando una vida sencilla y despojada de todo.
“Dado que llevo más de veinte años viviendo en Tamanrasset, el anuncio de la canonización de Carlos de Foucauld me produce una alegría interior, renueva mi fe y vivifica mi presencia en este país musulmán”, confía a la fundación pontificia ACN la Hna. Martine Devriendt, perteneciente a la congregación de las Hermanitas del Sagrado Corazón de Carlos de Foucauld, cuya espiritualidad se inspira en el futuro santo. “El anuncio de esta canonización confirma en la Iglesia, de manera oficial, el carisma de este hombre, tanto más en cuanto que este carisma me parece de gran actualidad dondequiera que vivamos: la oración, la vida sobria, la amistad y la cercanía a las personas en situación precaria”.
En Tamanrasset, un pequeño pueblo de principios del siglo XX que se ha convertido en una ciudad cosmopolita de 150.000 habitantes, esta vocación se sigue caracterizando, como ya hizo Carlos de Foucauld en su época, por la presencia fraternal, discreta, contemplativa y de servicio en medio de los musulmanes del país, sin atisbo de proselitismo de las hermanas; siguiendo la estela de Carlos de Foucauld, que escribió en su libro Carnets de Tamanrasset: “Mi apostolado debe ser el apostolado de la bondad. Al verme, ha de decirse: ‘Puesto que este hombre es bueno, su religión ha de ser buena’. Si se pregunta por qué soy dulce y bueno, tengo que responder: Porque soy servidor de uno mucho más bueno que yo. ¡Si supierais lo bueno que es mi maestro JESÚS!”.
La congregación de las Hermanitas del Sagrado Corazón – de Carlos de Foucauld es una de las doce congregaciones religiosas de todo el mundo que, al igual que varios grupos de laicos, se alimentan de la espiritualidad del futuro santo. Contemplativas en el corazón del mundo, las Hermanitas surgieron en 1933 y llegaron a Tamanrasset en 1952, donde se asentaron cerca del eremitorio del beato, que pasó allí los últimos once años de su vida.
Como explica la Hna. Martine a ACN, la presencia cristiana femenina en Tamanrasset es importante porque las mujeres pueden entrar en las familias y tener así acceso a todos los estratos de la población musulmana y, en particular, a los más pobres y frágiles: las mujeres, los niños y, sobre todo, los discapacitados, que son muy numerosos. Esto se logra escuchando a las mujeres, visitando sus hogares, los hospitales y las prisiones, también ayudando a realizar trámites administrativos o médicos y compartiendo momentos de luto o celebración.
Por otra parte, la ciudad de Tamanrasset, ubicada en el extremo sur de la diócesis de Laghouat-Ghardaïa, se ha convertido en una encrucijada para toda Argelia y África. Los habitantes autóctonos son haratines y tuaregs que se codean con argelinos procedentes de todas las partes del país: árabes, cabilios, mozabitos… Los años del terrorismo (1992-2000) empujaron a muchas personas del norte a buscar más tranquilidad en esta región, que también cuenta con muchos inmigrantes subsaharianos. Hay nigerianos y malienses que acuden allí a trabajar, mientras que los “otros subsaharianos” esperan a ir a Europa. Muchos de ellos son cristianos, para ellos las religiosas son una fuente de consuelo y apoyo espiritual. “Somos una misión compartida con los tres Hermanitos de Jesús de Tamanrasset y pronto tendremos a un nuevo sacerdote que está a la espera de obtener su visado. Hace quince meses que no hay un sacerdote en la parroquia”, explica a ACN la religiosa.
Desde hace cinco años, la Hna. Martine es la única de su comunidad que vive allí porque las hermanas de más edad han tenido que regresar a Francia. Para la congregación es una prioridad restablecer una verdadera presencia y fraternidad cristiana y femenina en Tamanrasset. “Como muchas otras congregaciones, especialmente en las zonas fronterizas, ya no podemos mantener esta comunidad debido a la falta de relevo generacional. Ya no podemos pensar en comunidades de religiosas de la misma congregación o de la misma espiritualidad. Ahora, de lo que se trata es de crear fraternidad en la diversidad de los carismas de las congregaciones y de las mujeres laicas que quieren comprometerse por un tiempo más o menos largo”, escribieron las religiosas en septiembre de 2019.
Entonces, lanzaron un llamamiento para obtener fondos para reconstruir el lugar y ofrecer así una acogida más adecuada – con autonomía y seguridad – a las mujeres que se sienten llamadas a vivir la realidad de Tamanrasset. La fundación ACN, ha decidido cofinanciar este proyecto. “La respuesta llegó con el anuncio de la canonización de Carlos de Foucauld, lo cual es providencial y hace que nuestro proyecto sea aún más actual”, ha escrito a la fundación la Hna. Isabel Lara Jaén, priora general de las Hermanitas del Sagrado Corazón. El edificio original, hecho de toub (barro), ya no servía, porque era poco práctico, difícil de mantener, complicado de renovar, sin comodidades, las habitaciones eran pequeñas, faltaba ventilación y luz, los baños eran exteriores… por lo que fue demolido:). La construcción ofrecerá la independencia necesaria a mujeres procedentes de horizontes muy diferentes, con una autonomía ciertamente grande pero también con un proyecto de misión común: una vida de oración y solidaridad entre musulmanes y cercana a los inmigrantes cristianos subsaharianos.
La obra básica ya está terminada y las obras de puesta a punto deberían estar listas a principios de otoño. Paralelamente a su búsqueda de fondos en septiembre de 2019, las Hermanas publicaron un llamamiento en el periódico católico francés La Croix para invitar a laicas y religiosas deseosas de vivir al menos durante un año en fraternidad. “Algunas querían venir a vernos pero la pandemia del Covid-19 ha impedido cualquier viaje en los últimos meses. ¡Pero el llamamiento sigue en pie!”, asegura Martine que, pese a todo, no pierde el ánimo.
Fuente y foto: ACN Colombia