El Vicariato Apostólico de Yurimaguas se extiende por un gigantesco territorio de 70.000 kilómetros cuadrados, y sus habitantes pertenecen a grupos étnicos autóctonos que viven sumidos en una gran pobreza. Allí no hay carreteras, y solo la Iglesia proporciona atención médica y educación. Los fieles viven muy dispersos y hay pocos sacerdotes.
El Obispo, Mons. Jesús María Aristín Seco, nos informa de que muchos jóvenes se ven aquejados por grandes problemas: “Muchas familias están desestructuradas y falta una verdadera figura paterna y figura materna, pues muchos viven con los abuelos u otros parientes. Ante este tipo de abandono, muchos jóvenes se refugian en las bandas -un fenómeno que los aboca a la delincuencia juvenil-, en el alcohol, los robos y las drogas, y muchos se contagian el sida debido a la promiscuidad”.
A pesar de esta complicada coyuntura, el apostolado de las vocaciones iniciado en el Vicariato hace varios años está dando sus frutos, pues todos los años surgen vocaciones. Actualmente, 17 jóvenes se preparan para llegar a ser sacerdotes. Diez de ellos aún están cursando los dos años preparatorios en el propedéutico de Yurimaguas, mientras que los otros siete ya ingresaron y estudian en el seminario mayor de la Diócesis del Callao.
Para el Obispo, la formación sacerdotal es una de las tareas importantes, y su objetivo es “formar a verdaderos pastores que sean auténticos discípulos misioneros de Jesucristo a semejanza de la Santísima Virgen María”.
Estos futuros sacerdotes son la esperanza de la Iglesia en los territorios de misión. El pueblo de Dios necesita de sacerdotes santos y bien formados.
Tomado de: https://www.acncolombia.org/