Templanza: la moderación del placer
La realidad humana existe entre la abundancia y el hambre. Mucha gente vive en los extremos —con demasiado o con muy poco. Algunos son el alma de la fiesta y otros son los aguafiestas. Desde los que son puritanos hasta los que son hedonistas, las prácticas de la privación y la indulgencia lo abarcan todo, pero no tiene que ser ni lo uno ni lo otro. El poder divertirte, disfrutar del tiempo libre, gozar y relajarte no es pecaminoso, ni aburrido, inmoral o tedioso, y tampoco prohibido ni cosa infantil. ¡Es verdad! Los cristianos pueden y deben divertirse sin que ello degenere en depravación y libertinaje. Y es aquí donde entra la templanza. La templanza es la virtud a través de la cual una persona practica la mesura. Es un buen hábito que le permite relajarse y divertirse sin pasarse de la raya y cometer un pecado. La Iglesia Católica considera que los seres humanos pueden participar en placeres legítimos pero que, con frecuencia, la sociedad y la cultura seducen a la gente hacia los excesos, bajo cualquiera de los dos extremos. Por ejemplo, disfrutar de una buena comida es algo bueno, pero si con frecuencia
comes más de lo que necesitas y engordas al punto de la obesidad, eso es glotonería. Por otro lado, si te privas de la comida hasta afectar tu salud por el hecho de verte bien eso es vanidad.
La templanza no es más que moderación y equilibrio al practicar placeres lícitos. La templanza es consumir una bebida con alcohol sin abusar de ella. Tomar con el fin de emborracharse, o el beber y el conducir, viola la virtud de la templanza. También lo son el comer, el dormir o el divertirse en exceso.
La templanza es el hábito de utilizar prudentemente y limitarse en el uso de algo que no requiera abstinencia total, a menos de que alguien sufra de algún problema. Por ejemplo, el alcohólico nunca puede tomar una o dos copas en una reunión social. El alcohólico debe abstenerse por siempre del alcohol, sin embargo puede tomarse alguna bebida gaseosa y aún pasar un buen rato
cuando está de fiesta.
La práctica de la templanza no tiene que ver con la señora Carrie Nation y la Unión Femenina de Templanza Cristiana y un grupo de viejitas tocando un tambor y condenando los males de la ginebra y el ron. Más bien, significa saber cuándo decir “basta.” Es conocer los propios límites y mantenerlos.
Por ejemplo, un beso y un abrazo no tienen que llegar al acto de sexo apasionado, y una discusión no tiene por qué llegar a los golpes. La templanza es establecer, respetar y poner límites. La clave está en el autocontrol. Pasar un buen rato sin que se convierta en una ocasión de pecado o en un acto pecaminoso es de lo que se trata con la templanza.
Catolicismo Para Dummies® Publicado por Wiley Publishing, Inc. por Rev. John Trigilio Jr.,PhD, y Rev.Kenneth Brighenti,PhD Traducido por Rev. Luis Rafael Rodríguez-Hernández, MDiv
Parte III: Comportarse Como un Santo