Es posible diferenciar cuando un niño es muy curioso o presenta algún trastorno.
¿Qué es la curiosidad? Al menos en la fase de la niñez, cumple un papel fundamental en los proceso de adaptación, siendo una ventaja evolutiva, que permite acceder a la información de formas diferentes a las convencionales.
En niños y niñas, es un vehículo importante que conduce a las preguntas, estimuladas por la inquietud o la duda. Sin embargo, esta curiosidad que en ocasiones puede ser incómoda para los adultos por la manera reiterada en que se presenta, debe ser encausada de la mejor manera.
Lo anterior se debe enfrentar además con datos claros sobre un posible trastorno en esta etapa de la vida. Según la encuesta nacional de salud mental de 2015, se presentó una prevalencia del déficit de atención e hiperactividad en Colombia de 1.7 y 17.8 por ciento en niños y adolescentes. Según Minsalud, este trastorno afecta principalmente a la población de entre los 6 y 17 años, siendo más frecuente en niños que en niñas.
David Bonilla, psicólogo, docente y formador CEO del Congreso Nacional de Psicología Online, explica que «el trastorno se define por un patrón persistente donde predominan tres factores; la hiperactividad, impulsividad e innatención, que interfieren con el desarrollo psicológico de los niños».
Frente a esos tres factores, se debe prestar atención a si realmente la inatención del niño tiene que ver con una característica particular o si se trata de un ambiente que no promueve la curiosidad. Además, si el niño es hiperactivo o los adultos no gestan un ambiente enriquecido para la interacción, o si es impulsivo o existe un déficit en la pauta de crianza, que evoca la rabieta o pataleta; hay que reconocer, entre otras cosas, la responsabilidad del adulto.
Dato adicional: un estudio tranversal en Bogotá mostró que, respecto al trastorno en mención, en niños escolares sanos de entre los 5 y 12 años, hubo una prevalencia del 5,7 por ciento, especialmente en el rango edad de 7 a 9 años.
«Los niños están buscando información -y se encuentran- en esa línea delgada de saber si es por curiosidad, o realmente hay una dificultad en sus procesos psicológicos«, agrega Bonilla. Así las cosas, es importante potenciar la curiosidad de los niños para que se adapten a los entornos y encuentren posibilidades y soluciones.
Ahora bien, la tecnología está tomando un papel de sustituto de los padres o cuidadores muy peligroso. La creatividad se ha perdido en el mar de los dispositivos tecnológicos que, en casos preocupantes, puede generar un escenario de aprendizaje desfavorable o desconocido que puede terminar en la mala conductor del menor.
Sin embargo, el psicólogo considera que «las pantallas en sí mismas no generan dificultad. Cuando el uso es desproporcionado, ahí sí genera un daño. Pero por el solo uso es un mito, no pasa nada».
«Si al niño se le quita la tablet, la respuesta es hacer la pataleta y los padres no saben cómo tratarla, el niño entiende que la violencia es la forma de resolver el conflicto. Se trata de un modo de adaptación que nada tiene que ver con un trastorno sino con una pauta de crianza», agrega el experto.
Este ha sido uno de los debates más amplios en el cuidado de los niños, pues los cuestionamientos como sociedad en torno a las épocas pasadas y presentes, hacen pensar en un escenario ambiguo sobre cuál es la línea correcta y/o adecuada sobre la crianza.
Es vital revisar cómo se puede trabajar con los niños y niñas temas como la planificación o iniciación de una actividad, la solución de problemas, la estimación cognitiva, la memoria de trabajo, el desarrollo de la memoria prospectiva y la manifestación de un comportamiento en concordancia con los estados emocionales y motivacionales.
Por lo anterior, se deben crear escenarios de desarrollo basados en la curiosidad y la capacidad de explorar otros ‘mundos’ que emerjan del cerebro del niño, para entender y crear un entorno ideal para su crecimiento.
«A los niños les estamos quitando la posibilidad del ‘¿y por qué?’ (…) hay que preguntarnos qué nos está faltando para motivar la curiosidad de los niños«, concluye Bonilla.