La subida del nivel del mar tiene en Francia una víctima particular: el banco genético mundial de la vid, una increíble colección de plantas de 54 países que deberá echar raíces a decenas de kilómetros de distancia para preservar el pasado y preparar su futuro.
A los pies de un acantilado de piedra caliza blanca, dominado por una impresionante atalaya antiincendios, pinos y garrigas se extienden a lo largo de cientos de hectáreas de tierras áridas, donde el pedregal se mezcla con la arcilla seca. Y, al final, la arena antecede al azul del mar Mediterráneo.
Aquí, en 16 hectáreas de terreno situado en Gruissan, cerca de la ciudad francesa de Narbona (sur), se recreará el banco genético mundial de la vid, cuyos 7.500 muestras (cepas, vides salvajes, nuevas creaciones,…) procedentes de 54 países llegarán desde la célebre colección de Vassal, situada unos 70 kilómetros más al norte.
Plantas ancestrales ya olvidadas o casi, como la oeillade, el verdabel o el chatus; cepas exóticas como el mavrud o el melnik búlgaros; variedades clásicas, como el eterno cabernet; e incluso creaciones, como las cepas resistentes a enfermedades, conforman esta joya vitícola.
Sus fondos representan “alrededor de la mitad de variedades existentes” en el mundo, precisa Thierry Lacombe, investigador en el Instituto Nacional de Investigación Agrónoma (INRA, por sus siglas en francés) de Montpellier (sur).
La colección, bautizada el “Louvre de la Vid”, se creó en 1949 en Vassal, un cordón litoral escogido por sus arenas, una barrera natural frente a la filoxera que diezmó las viñas francesas a finales del siglo XIX.
A lo largo del tiempo, este banco de datos se enriquece “con unas 80 nuevas muestras cada año, procedentes de Francia y del extranjero”, añade Lacombe, animador científico de la colección de Vassal.
“Esto funciona como la Biblioteca [Nacional] de Francia. Cada uno deposita su cepa, pero de manera voluntaria”, declara a la AFP Hernan Ojeda, director de unidades experimentales del INRA en Gruissan y Vassal.
Pero una amenaza se cierne sobre este tesoro genético. “Vassal se encuentra sólo a un metro por encima del mar. Una subida de las aguas, a consecuencia del calentamiento global, puede sumergirnos”, apunta el responsable.
Un tesoro genético
Para hacer frente a esta amenaza, tomaron la decisión de transferir el banco de Vassal al sitio del INRA en Gruissan, que “abarca 163 hectáreas (…) a 30 metros sobre el mar”, explica el director.
El proyecto de traslado, en estudio desde los años 2000, ha tenido que hacer frente, no obstante, a múltiples obstáculos, como la petición firmada por miles de personas para denunciar los eventuales desperfectos para la colección durante su traslado.
Actualmente, el proyecto ya empieza a andar, con la firma de un primer cheque de 750.000 euros de los “dos a tres millones de euros” del costo total, explica a la AFP Laurent Bruckler, presidente del centro INRA de Montpellier.
“Este año, se efectuará el estudio de impacto ambiental y el terreno se desbrozará en 2017, antes del inicio de las plantaciones en abril de 2018. El conjunto se plantará de aquí a 2023”, según Ojeda.
Este conservatorio vitícola tiene como objetivo preservar las cepas de la destrucción, pero no sólo eso. “Es un lugar vivo que se convertirá en nuestra fuente” para numerosas investigaciones, especialmente sobre el cambio climático, destaca su director.
En este tesoro genético, se identificó la creación de una variedad, que se encontraba en el limbo desde los años 1970 y cuyas uvas “maduran naturalmente a 10 grados, contra los 14 normales”. Una variedad que podría frenar el aumento de la tasa de alcohol que la vid padece a causa del cambio climático, explica Jean-Louis Escudier, investigador en el INRA de Gruissan.
Para Escudier, “nunca se sabe con bastante anticipación para que puede servir una colección. En 20 años, necesitaremos quizás tal o tal cepa”.
Por AFP