Elisabeth Arrighi Leseur (1866-1914) fue una mística francesa conocida por su diario espiritual y por la conversión de su marido, Félix Leseur (1861-1950), un médico y conocido líder del movimiento anticlerical y ateo francés, quien acabó siendo sacerdote. La causa de beatificación de Elisabeth se inició en 1934, y acaba de publicarse un libro sobre ella que incide en el efecto que tuvo en su esposo la lectura de su diario. Francis Phillips lo comenta en Catholic Herald:
¿Una futura santa patrona de los matrimonios con problemas?
Elisabeth Leseur soportó durante años las burlas de su marido ateo, y nunca perdió la fe.
Hace años escribí en mi blog sobre el diario de Elisabeth Leseur, My Spirit Rejoices, por lo que ahora estoy encantada de leer When Silence Speaks: The Life and Spirituality of Elisabeth Leseur, de Jennifer Moorcroft.
Hay algo sobre esta mujer casada francesa, nacida en 1866 y fallecida en 1914, que es de gran relevancia para nuestra época, sobre todo para las mujeres que permanecen fieles y siguen amando a su marido a pesar de tener un matrimonio difícil.
Elisabeth Arrighi, procedente de una familia parisina acomodada y culta, se casó con un joven y ambicioso doctor, Felix Leseur, en 1889. Profundamente enamorados, parecían formar la pareja ideal. Pero antes de casarse, Felix le confesó a su prometida que había perdido la fe y que sólo hacía el gesto de participar por su familia. En esa época, la fe de Elisabeth era convencional y aunque se entristeció por la confesión de su prometido, no consideró que hubiera conflicto entre su práctica religiosa y el escepticismo de Felix.
Sin embargo, influido por su ambiente ateo y la lectura de los periódicos laicos, en los que participaba escribiendo artículos, Felix se volvió cada vez más intolerante hacia la fe de su esposa, aumentando sus críticas contra la Iglesia. El matrimonio viajaba mucho y formaba parte de un amplio círculo de la intelectualidad parisina. En 1898, Felix convenció a Elisabeth para que leyera a Ernest Renan, un famoso escritor anticristiano de la época. Lectora inteligente y con gran capacidad de discernimiento, Elisabeth encontró que los argumentos de Renan eran superficiales y contradictorios, y volvió a leer los Evangelios. Esto hizo que tuviera una conversión a su propia fe, que apreció de manera nueva y más profunda. En 1899 empezó un diario en el que, a los 33 años, escribió: «Por la serenidad que quiero adquirir demostraré que la vida cristiana es grande, hermosa y llena de gozo».
Intuitivamente, Elisabeth reconoció que debatir con su marido era inútil, que lo único que causaría es mayor conflicto entre ellos. Tomó la heroica decisión de soportar con paciencia sus ataques contra sus amadas creencias, rezar por su conversión y ocultar su sufrimiento al mundo. En una entrada posterior en su diario se puede leer: «¡Dios mío, me darás un día… pronto.. la inmensa alegría de la comunión espiritual plena con mi amado esposo, de la misma fe y para él, como para mí, de una vida que mire hacia Ti!».
Elisabeth sentía una gran devoción por la Comunión de los Santos. Para ella, no era sólo un principio del Credo que había que recitar en misa, sino un vínculo vital con las almas que estaban en el Purgatorio y en el Cielo. Elaboró su propio «Credo» en el que escribió una lista de sus más profundas convicciones y, entre ellas: «Creo que entre las almas -las que están en la tierra, como las que están en el Purgatorio y las que han alcanzado la verdadera vida- fluye una gran corriente infinita hecha con el sufrimiento, los méritos y el amor de todas ellas, y que nuestro más mínimo dolor, nuestro más leve esfuerzo puede, por medio de la acción divina, alcanzar ciertas almas, independientemente de que estén cerca o lejos, y llevarlas a la luz, la paz y la santidad».
Los sufrimientos mentales y espirituales de Elisabeth no fueron pequeños. Felix se burló de la fe de su esposa durante toda su vida. Una entrada en su diario de 1910 nos da una idea de la carga que llevaba con gran serenidad y jovialidad: «Dios me ayuda a mantener la caridad interior y la calma exterior ante el sufrimiento que conlleva pasar la tarde escuchando cómo mi fe es objeto de burlas, de ataques y de críticas… ¡Cuánto esfuerzo y angustia interior implica esto!…».
Tras muchos años de salud quebradiza, Elisabeth murió de cáncer en 1914. Cómo había intuido años antes de manera profética, Felix descubrió su diario después de su muerte y comprendió por primera vez el dolor que le había causado a su esposa con su constante desprecio. Fue el catalizador que le llevó a una profunda conversión. Publicó el diario de su esposa para que otros pudieran conocer su viaje a la santidad y se hizo dominico. Falleció en 1950.
Como escribe su biógrafa, la vida y el matrimonio de Elisabeth «son un ejemplo de oración persistente y del poder de la gracia divina, que cambia los corazones más endurecidos»; añade que el ejemplo de Leseur «da esperanza en un mundo en el que prevalece el ateísmo secular militante, y en el que la vida matrimonial y el cristianismo están siendo atacados como nunca antes».
Sierva de Dios, la causa de beatificación de Elisabeth sigue adelante. Espero que un día se reconozca a esta valiente mujer como una santa importante para la vida matrimonial.
Fuente: Religión en libertad.