Dieciocho años tuvieron que esperar los familiares de Silverio Rodríguez Camacho y Joel Bernal Barrera para recibir sus cuerpos y terminar de una vez por todas con la zozobra de la desaparición forzada.
Muy temprano, a las tres de la mañana, Claudio Bernal se despertó y pensó en Dios. De inmediato tomó su celular y buscó una prédica de Bayless Conley, “Cómo Dios cuida de ti», y, escuchándola, se volvió a dormir.
A las seis de la mañana se despertó de nuevo. El viernes era un día importante para su familia: Recibir el cuerpo de su hermano Joel Bernal, quien fue asesinado por corruptos efectivos del Ejército Nacional el 22 de septiembre de 2006 en área rural del municipio de Maní, Casanare.
“No hay rencores contra nadie. En mi corazón solo hay una palabra: Perdón. Y ese perdón va para las personas que perpetraron estos hechos contra la integridad de Joel«, indicó Claudio Bernal, de 63 años, en declaraciones al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.
A los asesinos de su hermano, en tono pausado, Claudio Bernal les envió un mensaje: “Los invito a que reflexionen y le pidan perdón a Dios. Él es amplio en perdonar y en limpiarnos de toda maldad«.
En la jornada que se llevó a cabo en Yopal, fueron entregados a las familias Bernal y Rodríguez los cuerpos de Joel y Silverio, quienes fueron asesinados hace 18 años por integrantes del Batallón “Ramón Nonato Pérez» del Ejército Nacional.
Joel Bernal era un carpintero nacido en Boyacá. Cuando creció se trasladó a Yopal en busca de mejores horizontes para su vida. Pero, de un momento a otro, su familia perdió todo rastro de él y, alarmada, inició su búsqueda.
Los años dirían después que Joel y otro hombre fueron engañados y trasladados por integrantes del Ejército a la vereda Garibay de Maní. “Allí, de manera ilegítima, y después de extinguir sus vidas, estos miembros de la fuerza pública presentaron a Joel y a Luis Uriel Casiano como bajas en medio de un combate simulado«, explicó el fiscal del caso, Fabio Araque, con la voz entrecortada.
En tanto, Silverio Rodríguez era oriundo de El Socorro, Santander. Su infancia campesina transcurrió en medio de la producción de panela y de los trapiches de la histórica provincia Comunera.
Cuando tenía 31 años, Silverio Rodríguez decidió apostarle a la vida y se vino a buscar trabajo a Casanare. Él pensaba que la bonanza petrolera podía ser la fórmula para ganarse unos buenos pesos con un trabajo honrado.
Pero, el 23 de abril de 2006, un grupo de militares que torcieron su camino decidieron asesinar a Silverio Rodríguez en la vereda Upamena del municipio casanareño de Aguazul.
Los uniformados no solo lo asesinaron, sino que también mancillaron su nombre con la sindicación mentirosa e infame de que había sido muerto en un combate como un delincuente más.
Desde Bogotá, vía Internet, también se pronunció el magistrado de la JEP Óscar Parra, quien hizo hincapié en que las ejecuciones extrajudiciales o ‘falsos positivos’ no fueron actos perpetrados por unas “manzanas podridas» de las Fuerzas Armadas.
Lo que sucedió con Joel Bernal y Silverio Rodríguez “fueron hechos atroces«, dijo Parra. “Es importante honrar hoy la dignidad y el buen nombre de Joel y de Silverio«, agregó.