Aeropuertos llenos como nunca desde el inicio de la pandemia, filas interminables para hacerse un test, ese es el panorama en Estados Unidos pese al llamado de las autoridades a quedarse en casa, pues se preparan para celebrar el Día de Acción de Gracias en familia este jueves, a riesgo de agravar la pandemia de covid-19 que avanza en el país.
Sin llegar a prohibir los desplazamientos, los Centros de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) llamaron por primera vez a los estadounidenses a no viajar para esta gran fiesta familiar, más importante que la Navidad para muchos, donde la familia suele reunirse en torno al tradicional pavo relleno, acompañado de boniatos y salsa de arándanos.
En momentos en que Estados Unidos es el país con más muertes por el coronavirus en el mundo -más de 256.000 decesos, y desde hace varios días se registran a diario 150.000 nuevos casos-, la mayoría de los gobernadores de estados como Nueva Jersey urgen a sus residentes a «no transformar el comedor de su casa en un foco de covid».
Anthony Fauci, el respetado director del Instituto estadounidense de Enfermedades Infecciosas, quiso dar ejemplo al anunciar que no verá a sus hijas adultas en Thanksgiving este año, y que lo celebrará solo con su esposa.
Pero luego de nueve meses de pandemia, la consigna es demasiado radical para muchos que se disponen a reunirse con familiares, al tiempo que limitan los invitados.
Este fin de semana, las imágenes de aeropuertos repletos en Chicago o en Phoenix, en Arizona, recorrieron las redes sociales y alimentaron inquietudes.
Fue el fin de semana «de más trabajo desde el comienzo de la pandemia», con más de tres millones de pasajeros en los aeropuertos estadounidenses entre viernes y domingo, dijo el lunes la agencia TSA, a cargo de los controles de seguridad en aeropuertos.
Sin embargo, la cifra es muy inferior a los siete millones de viajeros registrados hace exactamente un año. «Nuestros llamados a ayudar cayeron en oídos sordos egoístas», deploró en Twitter Cleavon Gilman, médico especialista en urgencias de Arizona, quien destacó que los servicios de cuidados intensivos del estado ya están «inundados» de enfermos con covid-19.
En Nueva York, así como en muchas ciudades estadounidenses, las filas para someterse a un test son larguísimas. Los responsables de salud subrayan, no obstante, que una prueba negativa unos días antes de la fiesta no elimina los riesgos de transmisión.
Amanda y Chris, amigos neoyorquinos de 24 años cada uno, hicieron dos horas de cola el domingo antes de partir a Florida a reunirse con sus padres.
«Nuestras familias insistieron en que fuéramos», lamentó Amanda, que trabaja en una casa de subastas. «Cuando le dije a mi madre que iba a hacer la fila, me dijo ‘No lo hagas, no precisas hacerlo’. Y yo le dije ‘por supuesto que lo haré, los veré a todos ustedes, eso me preocupa’ (…) Parecen mucho menos listos que nosotros».
Mary Pérez, de 54 años, una madre de familia de Long Island, decidió desafiar la prohibición del gobernador de Nueva York de no reunir a más de 10 personas en su casa: serán 11, cinco adultos y seis niños entre los miembros de su familia y la de uno de los hermanos de su marido.
«No tengo la impresión de estar quebrando la ley», dijo. «En general somos 35 (…) No podemos contar a los pequeños, tienen que acompañar a sus padres».
Pero incluso con las celebraciones al mínimo -lo que ha mermado los pedidos de pavos este año, según criadores- las autoridades temen una explosión de casos en diciembre.
Desde el inicio de la pandemia, las fiestas desatan sistemáticamente un alza de los contagios: este fue el caso tras la celebración nacional del 4 de julio, a comienzos de septiembre después de Labour Day, o recientemente luego de Halloween, según responsables de salud.
Para el Día de Acción de Gracias, la primera fiesta del periodo invernal, el riesgo es tanto mayor porque miles de estudiantes regresan a sus hogares y permanecen allí muchas veces hasta enero.
«No es demasiado tarde para cambiar de planes», imploró el lunes Meghan McGinty, experta en prevención de catástrofes de la Universidad Johns Hopkins. «Thanksgiving será realmente un momento clave (…) Si no limitamos la celebración a nuestros hogares, los casos y hospitalizaciones sin duda van a aumentar».