Augusta Ngombu nació hace solo 23 años en Sierra Leona. Vivió solo esos demasiados pocos años, en la ciudad de Freetown. Un nombre bonito para una ciudad pero que no hace justicia a la vida de esta joven africana.
Augusta no eligió que sus padres murieran cuando ella era una niña. Tampoco escogió vivir en un país donde más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Y por supuesto no fue su libertad la que decidió acabar en las calles de ‘Freetown’, trabajando como prostituta para sobrevivir.
El 7 de junio, Augusta ha muerto a causa del sida que la lastraba desde el pasado. A pesar de no escoger libremente el recorrido de su vida ni su final -en el fondo ninguno lo hacemos- será siempre una de esas vidas que merece la pena conocer. Una luz en la tiniebla.
La historia de Augusta podría ser una de tantas mujeres maltratadas y explotadas en Sierra Leona. Pero no lo es. Sus pasos le llevaron hasta el Centro Don Bosco ‘Fambul’. Una ‘familia’ (eso significa Fambul) creada por los salesianos.
Nuestra joven no sabe lo que es una familia. Nunca tuvo la oportunidad. Pero estos religiosos la acogieron, a ella y muchas otras. El objetivo podría decirse que es ayudar a muchas mujeres a salir de la lacra de los abusos y la prostitución, pero sin duda el método es uno: el amor.
Y funcionó. Y tanto. Augusta, esa niña que tuvo que ver de todo en las sucias calles de ‘Freetown’, logró pasar de esta esclavitud a abrir una empresa de catering. Pasando por una buena formación y siendo la mejor de la clase.
Pero no acaba aquí. Ha sido protagonista en un documental titulado Love y su historia ha tenido tanta repercusión que incluso fue invitada por el mismísimo Papa Francisco al Vaticano.
Y aquí comienza una aventura que tampoco eligió. Le retiraron el pasaporte y fue retenida en Costa de Marfil. El Gobierno de España logró que le facilitaran una salida y comenzó su odisea por Europa. La primera vez y la última que Augusta salió de su país, hizo 13 viajes de avión. Siete países diferentes. Pero el culmen fue el encuentro con uno de los líderes mundiales más importantes de nuestra sociedad. Ella, sin llegar al cuarto de siglo de vida, después de tantas tragedias, en frente del Papa Francisco. Augusta participó en la Audiencia General habitual de los miércoles y después el Pontífice saludó a cada grupo. Cuando se presentó ante la mujer, la bendijo, puso su mano sobre su cabeza y le dijo: «Sigue tu camino, sigue así.»
Y así fue. Augusta Ngombu siguió su camino. Su testimonio ha dado la vuelta al mundo. Y no sólo en su viaje internacional, o en su documental. Si no que ha hecho lo más importante. Sembrar esperanza en el corazón de decenas de mujeres que como ella, la necesitaban en Freetown.
Este mes de junio de 2020, un año después de su gran viaje, Augusta falleció. El miedo al coronavirus hizo que dejara de ir al hospital y dejar de recibir su medicación. Finalmente sus cicatrices se la llevaron. Y se la llevaron por fin, a la verdadera ‘Freetown’.
Augusta está ahora en el hogar especial que le ha preparado su Padre en el cielo. Tan especial como su vida, que aunque corta, ha sido un faro para muchas mujeres que necesitaban de su testimonio para salir de los lugares más oscuros. Unas mujeres de las que nadie se acuerda en el último rincón del mundo, maltratadas de las formas más crueles, pero jamás olvidadas por su Padre.
Texto tomado de es.aleteia.org