Una herejía se opone inmediata, directa y contradictoriamente a la verdad revelada por Dios y propuesta auténticamente como tal por la Iglesia, para no caer en ellas hay que conocerlas.
Desde los principios del cristianismo, la Iglesia ha sido atacada por aquellos que introducen falsas enseñanzas, o herejías. La Biblia nos avisó que esto sucedería. Pablo advirtió a su joven discípulo, Timoteo, «Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas.» (2 Timoteo 4, 3-4).
¿Qué es la herejía?
Herejía es un término con una gran carga emocional y con frecuencia se lo usa mal. No es lo mismo que la incredulidad, el cisma, la apostasía u otros pecados contra la fe. El Catecismo de la Iglesia Católica declara, «La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (CCC 2089).
Para cometer herejía, uno tiene que rechazar la corrección. No es un hereje aquella persona que está dispuesta a ser corregida o una que no se ha dado cuenta que lo que ha estado declarando es contrario a la enseñanzas de la Iglesia.
Sólo un individuo bautizado puede cometer herejía. Esto significa que, aquellos movimientos que se han separado o que han sido influídos por el cristianismo, pero que no practican el bautismo (o que no practican el bautismo válido), no son herejes, sino religiones distintas. Como ejemplo podríamos mencionar a Testigos de Jehová, ya que no practican el bautismo válido.
Finalmente, la duda o la negación herética debe concernir a un asunto que ha sido revelado por Dios y solemnemente definido por la Iglesia (por ejemplo, la Trinidad, la Encarnación, la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, el Sacrificio de la Misa, la infalilbilidad papal o la Inmaculada Concepción y Asunción de María).
Es importante distinguir herejía de cisma y apostasía. En el cisma, uno se separa de la Iglesia Católica sin repudiar una doctrina definida. Un ejemplo de cisma contemporáneo es la Hermandad Sacerdotal San Pio X, los «Lefebvristas» o seguidores del difunto Arzobispo Marcel Lefebvre- quien se separó de la Iglesia en la última parte de la década de 1980 pero que no ha negado las doctrinas católicas. En la apostasía, uno repudia la fe cristiana y ya no declara ser un cristiano.
Teniendo esto en mente, echemos una mirada a las grandes herejías de la historia de la Iglesia y las épocas en que ocurrieron.
Autor: Carlos Caso-Rosendi | Fuente: voxfidei-apologetica.blogspot.com
Los circuncisionistas (Siglo I)
La herejía circuncisionista puede ser resumida en las palabras de Hechos 15, 1 «Algunas personas venidas de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse.»
Muchos de los cristianos primitivos eran judíos que trajeron a la fe muchas de sus anteriores prácticas. Reconocían en Jesús al Mesías anunciado por los profetas y en cumplimiento del Antiguo Testamento. Como la circuncisión se requería en el Antiguo Testamento para ser miembro de la Alianza de Dios, muchos pensaron que también se requeriría para ser miembro de la Nueva Alianza que Cristo había venido a inaugurar. Creían que uno debía ser circuncidado y debía guardar la Ley Mosaica para venir a Cristo. En otras palabras, que uno debía ser judío para poder ser cristiano.
Sin embargo Dios le hizo claro a Pedro en Hechos capítulo 10 que los gentiles eran aceptables a Dios y que podían ser bautizados y ser cristianos sin circuncisión. La misma enseñanza fue vigorosamente defendida por Pablo en sus epístolas a los romanos y a los gálatas, dos lugares en los que la herejía circuncisionista se había extendido.
Gnosticismo (Siglos I y II)
«¡La materia es mala!» fue el grito de los gnósticos. Esta idea la tomaron prestada de ciertos filósofos griegos. Es contraria a la enseñanza católica, no solamente porque contradice Génesis 1, 31 («Y Dios vió todo lo que había hecho y vió que era muy bueno») y otras escrituras, sino porque niega la Encarnación. Si la materia es mala, entonces Jesucristo no pudo haber sido verdadero Dios y verdadero hombre, porque Cristo no es malo de ninguna manera. Así fue que muchos gnósticos negaron la Encarnación, declarando que Cristo solo aparentó ser un hombre, pero que su humanidad era solo una ilusión. Algunos gnósticos, reconociendo que el Antiguo Testamento enseñaba que Dios había creado la materia, afirmaron que el Dios de los judíos era una deidad mala distinta del Dios del Nuevo Testamento, el Dios de Jesucristo. Además propusieron la creencia en muchos seres divinos, conocidos como «eones», que mediaban entre el hombre el Dios final e inalcanzable. El más bajo de estos eones, el que había tenido contacto con los hombres, era supuestamente Jesucristo.
Montanismo (Ultima parte del siglo II)
Montanus comenzó su carrera en forma inocente, por medio de predicar el retorno a la penitencia y el fervor. Su movimiento también recalcó la permanencia de los dones milagrosos, como ser el hablar en lenguas y profetizar. Pero también proclamó que sus enseñanzas estaban por sobre las de la Iglesia y pronto comenzó a predicar el inminente retorno de Cristo en su lugar de origen, Frigia. Hubo declaraciones afirmando que Montanus mismo era, o al menos, hablaba por el Paráclito cuyo advenimiento Jesús había prometido (en realidad el Espíritu Santo).
Sabelianismo (Siglo III)
Los sabelianos enseñaron que Cristo y Dios Padre no eran personas distintas, sino dos aspectos u oficios de la misma persona. Según ellos, las tres personas de la Trinidad existen solamente en relación con el hombre y no en la realidad objetiva.
Arrianismo (Siglo IV)
Arrio enseñó que Cristo era una criatura hecha por Dios. Disfrazando su herejía por medio de usar terminología ortodoxa o casi-ortodoxa, logró sembrar una gran confusión en la Iglesia. Llegó a asegurarse el apoyo de muchos obispos, en tanto que otros le excomunicaron.
El arrianismo fue solemnemente condenado en 325 en el primer concilio de Nicea, que definió la divinidad de Cristo, y en 381 en el primer concilio de Constantinopla que definió la divinidad del Espíritu Santo. Estos dos concilios nos dieron el credo Niceno-Constantinopolitano, el cual los católicos recitamos en la Misa dominical.
Pelagianismo (Siglo V)
Pelagio negó que el pecado original fuera heredado del pecado de Adán en el Edén y afirmó que llegamos a ser pecadores solo a través del mal ejemplo de la comunidad pecaminosa en la que nacemos. Contradictoriamente, enseñó que heredamos la justicia como resultado de la muerte de Cristo en la Cruz y dijo que llegamos a ser personalmente justos por instrucción e imitación en la comunidad cristiana, siguiendo el ejemplo de Cristo. Pelagio declaró que el hombre nace moralmente neutral y puede llegar al cielo por sus propios medios. Por lo tanto la gracia de Dios no es realmente necesaria, sino que meramente facilita lo que de otra manera sería una tarea muy difícil.
Semi-Pelagianismo (Siglo V)
Después que San Agustín refutara las enseñanzas de Pelagio, algunos probaron una versión modificada de aquel sistema. Esto también terminó en una herejía que afirmaba que los humanos pueden acercarse a Dios por su propio poder y sin ayuda de la gracia de Dios; que una vez que una persona ha entrado en estado de gracia, uno puede retener ese estado por sus propios esfuerzos sin que medie ninguna gracia adicional por parte de Dios. Y que el esfuerzo humano natural por sí mismo puede darle a uno cierto derecho a recibir gracia aunque no sea estrictamente meritorio.
Nestorianismo (Siglo V)
Esta herejía sobre la persona de Cristo fue iniciada por Nestorio, obispo de Constantinopla, que le negó a María el título de Theotokos (gr. lit. «Quien lleva a Dios» o menos literalmente, «Madre de Dios»). Nestorio declaró que ella solamente había llevado en su seno a la naturaleza humana de Cristo y así propuso el título alternativo de Christotokos («Quien lleva a Cristo» o «Madre de Cristo»).
Los teólogos católicos ortodoxos reconocieron que la teoría de Nestorius fracturaría a Cristo en dos personas separadas (una humana y una divina unidas en una especie de unidad desligada), de los cuales uno solo estaba en el seno [de María]. La Iglesia reaccionó en 432 con el Concilio e Efeso, definiendo que María puede ser propiamente llamada Madre de Dios, no en el sentido de ser ella anterior a Dios o a la fuente de Dios, sino en el sentido de haber tenido en su vientre materno a la persona de Dios Encarnado.
Es dudoso que el mismo Nestorius creyera en la herejía que sus declaraciones implican y en este siglo, la Iglesia Oriental de Asiria, que ha sido históricamente considerada nestoriana, ha firmado una declaración cristológica totalmente ortodoxa conjuntamente con la Iglesia Católica y ha rechazado el nestorianismo. Esta iglesia está ahora mismo en proceso de entrar en total comunión eclasiástica con la Iglesia Católica.
Monofisismo (Siglo V)
El monofisismo comenzó como una reacción al nestorianismo. Los monofisistas (liderados por un hombre llamado Eutiques) estaban horrorizados por lo que implicaban las declaraciones de Nestorius, que Cristo era dos personas con dos diferentes naturalezas (humana y divina). Se pasaron al otro extremo, afirmando que Cristo era una persona con una sola naturaleza que fusionaba lo divino y lo humano. Por afirmar que Cristo tenía una sola naturaleza (griego mono, uno y phisis, naturaleza) se los conoció como monofisistas.
Los teólogos católicos ortodoxos reconocieron que el monofisismo era tan malo como el nestorianismo porque negaba la plena humanidad de Cristo y su plena divinidad. Si Cristo no hubiera tenido una plena naturaleza humana, no hubiera sido humano, y si no hubiera tenido una plena naturaleza divina no hubiera sido totalmente divino.
Iconoclastia (Siglos VII y VIII)
Esta herejía surgió cuando apareció un grupo de gente conocido como los iconoclastas (que significa literalmente «los que rompen íconos») que afirmaba que era un pecado hacer pinturas o estatuas de Cristo y de los santos, a pesar que en la Biblia, Dios había ordenado que se hicieran estatuas religiosas (Exodo 25, 18-20; 1 Crónicas 28, 18-19), incluyendo representaciones simbólicas de Cristo (cf. Números 21, 8-9 con Juan 3, 14).
Catarismo (Siglo XI)
El catarismo es una mezcla complicada de religiones no-cristianas re-elaboradas con terminología cristiana. Los cátaros tenían muchas sectas diferentes que tenía la enseñanza común de que el mundo había sido creado por una deidad maligna (por lo cual consideraban malo todo lo material) y que en su lugar se debía adorar a la deidad benigna.
Los albigenses conformaban una de las sectas cátaras más grande. Enseñaron que el espíritu es creado por Dios y es bueno, mientras que el cuerpo fue creado por el dios maligno. El espíritu entonces debe ser liberado del cuerpo. Tener hijos era uno de los más grandes males, ya que implicaba el aprisionar a otro «espíritu» en la carne. Lógicamente, el matrimonio estaba prohibido, pero la fornicación estaba permitida. Severos ayunos y mortificaciones de todo tipo eran practicados y su líderes practicaban la pobreza voluntaria.
Sola Scriptura, Sola Fide (Siglo XVI)
Los grupos protestantes despliegan una amplia variedad de doctrinas. De todos modos, virtualmente todos ellos afirman creer en la doctrina de «Sola Scriptura» («por la escritura solamente», la idea que debemos usar solamente la Biblia cuando formamos nuestra teología) y también «Sola Fide» (y no Sola «Fides» como muchas veces se mal escribe) o sea «solo por la fe», la idea de que somos justificados solamente por la fe.
La gran diversidad de doctrinas protestantes deriva de la doctrina de la interpretación privada o personal, que niega la autoridad infalible de la Iglesia y afirma que cada individuo debe interpretar las Escrituras por sí mismo. Esta idea es rechazada en 2 Pedro 1, 20 donde se nos dice que la primera regla para interpretar la Biblia es: «Pero tened presente, ante todo, que nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía de la Escritura». Una característica significativa de esta herejía es el intento de poner a la Iglesia «contra» la Biblia, negando que el magisterio católico tenga la autoridad infalible para enseñar e interpretar las Escrituras.
La doctrina de la libre interpretación ha resultado en un enorme número de diferentes denominaciones. Según la publicación The Christian Sourcebook existen más de 30.000 denominaciones, y unas 270 nuevas se forman cada dia. Virtualmente todas ellas son protestantes.
Jansenismo (Siglo XVII)
Jansenius, obispo de Ypres, Francia, inició esta herejía con un documento que escribió sobre San Agustín, en el que redefinió la doctrina de la gracia. Entre otras doctrinas, sus seguidores negaron que Cristo murió por todos los hombres, sino que afirmaban que murió solamente por aquellos que serán salvados finalmente (los elegidos). Este y otros errores Jansenistas fueron oficialmente condenados por el Papa Inocencio en 1653.
Las herejías han estado con nosotros desde el principio de la Iglesia. Algunos hasta han sido originadas por líderes de la Iglesia, que tuvieron que ser corregidos por concilios y por los papas. Afortunadamente, tenemos la promesa de Cristo que ellos nunca prevalecerán contra la Iglesia, porque El le dijo a Pedro «Tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» (Mateo 16, 18)
La Iglesia es, usando palabras de San Pablo, «el pilar y fundamento de la verdad» (1 Timoteo 3, 15).
El texto de este artículo es tomado de:
Catholic Answers. «The Great Heresies» capítulo XCVII pp. 359-374, de The Essential Catholic Survival Guide: Answers to Tough Questions About the Faith, publ. Catholic Answers Inc., San Diego, California 2005.
Publicación que cuenta con:
Nihil Obstat
Los materiales presentados en este libro están libres de error doctrinal o moral
Bernadeane Carr, STL, Censor Librorum, 10 de Agosto de 2004.
Imprimatur
De Acuerdo con CIC 827, 1983 se otorga el permiso para publicar este libro.
Robert H. Brom, Obispo de San Diego, California, 10 de Agosto de 2004.