El que tiene fe vive una historia de amor, porque la fe es la “maravillosa manera de realizar el amor en la vida a través de la llamada a seguir a Cristo”
(San Juan Pablo II).
Esto es especialmente cierto para la dedicación amorosa del sacerdote en la vida cotidiana, durante toda su vida, como lo describe elDoctor de la Iglesia Santo Tomás de Aquino con las últimas palabras que conocemos de él: “Por amor a Ti he velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado, a Ti he enseñado. Nunca he dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es solo culpa de mi ignorancia, dejo todo enteramente al juicio y enmienda de la Santa Iglesia Romana”. Para esta vida de amor a Dios y obediencia a la Iglesia se preparan los futuros sacerdotes, que ya lo sintieron en sus corazones cuando dijeron sí a la llamada de Dios. Ellos saben que más adelante, como sacerdotes, continuarán con este amor “la obra de la redención en la tierra”, como dice el Santo Cura de Ars. Ese es el núcleo de su vocación, la semilla que se nutre y cultiva en el seminario.
Porque “al fin y al cabo, no se trata de formar a gestores y ejecutivos, sino a hermanos y padres que acompañen a las personas en el viaje por la vida” (Papa Francisco). En el seminario de los Carmelitas de Calcuta en Bengala Occidental, India, 18 jóvenes se preparan para esta vida. Procedentes de toda la India, han ingresado en el seminario de esta orden, que está consagrado a la Santa Patrona de las Misiones, Santa Teresa de Lisieux. Allí experimentan entre ellos la unidad en el espíritu, independientemente del rincón de la India del que provengan, y de ello sacan fuerzas para la vida. Todavía su vida cotidiana está dedicada al estudio, al trabajo en el huerto y a la oración.
Esta es la formación para acompañar a los hombres a lo largo de la vida, porque más tarde, como describió San Agustín a partir de su vida cotidiana, “confortarán a los pusilánimes, sostendrán a los débiles, refutarán a los adversarios, se guardarán de los insidiosos, instruirán a los ignorantes, estimularán a los indolentes, aplacarán a los pendencieros, moderarán a los ambiciosos, animarán a los desalentados, apaciguarán a los contendientes, ayudarán a los pobres, liberarán a los oprimidos, mostrarán aprobación a los buenos, tolerarán a los malos y ¡ay! amarán a todos”. Pero también una vida de amor genera gastos. El seminario puede cubrir casi el 80 por ciento de sus gastos corrientes anuales, por lo que nos piden los 5.400 euros restantes. Su alegre sí al amor de Dios vale eso y mucho más.
Fuente y foto: ACN Colombia