Cuando tenía 14 años Helena* (a quien se le cambio su nombre por protección) tuvo que dejar su hogar, porque unos hombres que se identificaron como miembros de la guerrilla de las Farc, se la llevaron a la fuerza para reclutarla y hacerla parte de sus filas.
“Un atardecer, como a las seis o siete de la noche, llegaron unos señores y eran de la guerrilla. Yo estaba sola con mis hermanos y cuando eso fue que me reclutaron. Si uno ponía resistencia sabía lo qué le podía pasar”, relata Helena a Women’s Link Worldwide, que la acompañó en el proceso de interponer una tutela en la Corte Constitucional (la cual ganó) para que fuera reconocida como víctima del conflicto.
En su testimonio, Helena recordó que en las filas de las Farc aprendió de combate y el uso de armas cuando era apenas una niña que quería jugar a las muñecas. Dijo también que la obligaron a tomar anticonceptivos para evitar un embarazo que fue inevitable.
“Nos decían que no estábamos para criar niños, sino para servir al país. A las mujeres siempre nos ponían a planificar con una inyección ‘mesigyna’, pero había momentos en que no se podía porque estamos en peligro, porque se acercaba el Ejercito. Cuando yo quedé embarazada permanecía muy enferma y el comandante con el que andaba me hizo una prueba que salió positiva”, dijo.
Helena contó que fue obligada a abortar. “La que salía embarazada de una vez la mandaban a que abortara. Me aplicaron un medicamento, pero como no perdía el bebé me hicieron una cesaría. Me dio una tristeza tan grande cuando me desperté, saber que había perdido a mi bebé”.
Según lo que pudo constatar la organización internacional, las Farc la amenazó con hacerle un consejo de guerra y sentenciarla a fusilamiento si no abortaba a su bebé, “eso es muy duro, una mujer no debería pasar por esto”, dijo.
Mariana Ardila, una de las abogadas que acompañó el proceso, dijo que después de ese procedimiento Helena quedó con problemas de salud, “aún sufre muchas consecuencias de salud por el procedimiento de aborto que le fue hecho de manera insegura y forzada”.
“Presenta infecciones urinarias y no ha iniciado tratamiento para la insuficiencia renal crónica que la aqueja. Además, sufre de estrés postraumático, depresión, sentimientos de impotencia y frustración por haber perdido su niñez y su salud y presenta sueños recurrentes sobre persecución, temor y dificultad para relacionarse”, señala un comunicado de la Organización sobre la salud de Helena.
Adicional a ello, cuando Helena decidió contar su historia la Unidad para la Reparación a Víctimas le negó el registro, pero al llegar el caso a la Corte Constitucional se determinó que le habían sido vulnerados sus derechos fundamentales y ordenó su registro, además a la EPS que la asiste, prestarle toda la atención que requiera.