Denis Reañez descubrió una hoja guardada en la biblia de su hija con una canción escrita de su puño y letra, que ahora atesora. «Mamá, Dios te bendiga por todo lo que has hecho», dice uno de los versos del tema que preparaba para sorprenderla y nunca pudo cantarle.
Con 17 años fue la primera víctima de un depredador sexual que sembró luto y terror en un pueblo agrícola de Venezuela y encendió las alarmas sobre el feminicidio en este país, cuyas cifras se dispararon en 2020 en medio de la pandemia.
Eliannys Martínez fue asesinada el 21 de febrero en La Misión, población de 5.000 habitantes en el estado de Portuguesa (oeste). Al día siguiente, a pocas cuadras, apareció muerta Eduarlis Falcón, de 20 años.
«¡La encontraron muerta, y en pantaleticas, sin ropa, de espaldas, boca abajo, eso fue horrible, sentí que me estaban arrancando el pecho!», relata Denis ahogada en llanto.
El agresor fue detenido tras ser delatado por su esposa -enfrenta la pena máxima de 30 años-, pero el dolor y el miedo persisten.
En la última semana de febrero se conocieron otros cinco casos, entre ellos el de una mujer de 33 años asesinada por su expareja, también en Portuguesa, y una adolescente en Caracas muerta a manos del novio. Sus agresores se resistían a finalizar la relación.
Solo entre enero y febrero de este año, 51 mujeres fueron asesinadas en Venezuela, según el Parlamento de mayoría oficialista, que aprobó el martes 2 de marzo en primera discusión una reforma a la Ley sobre el derecho a las mujeres a una vida libre de violencia.
El año pasado los asesinatos de mujeres aumentaron a 256, de 167 el año anterior. La mayoría de las víctimas tenía entre 16 y 40 años, según el privado Monitor de Feminicidios, una iniciativa de la plataforma digital de comunicación Utopix, que reportó un alza de más de 50% en estos crímenes entre 2019 y 2020.
Se trata de 8,5 feminicidios por cada millón de habitantes en 2020. En México, uno de los países con mayores índices de violencia contra la mujer, fueron 7,4 por cada millón de habitantes, según cifras oficiales que han sido cuestionadas por oenegés.
La última vez que Denis compartió con la mayor de sus ocho hijos fue la mañana del 21 de febrero. Se sentaron juntas en el pequeño templo donde asiste la familia.
Al finalizar la ceremonia, Eliannys, una entusiasta amante de la música, que tocaba el teclado, se quedó con varias compañeras a ensayar una presentación… y nunca volvió a casa.
Su abuelo, Pedro Reañez, gritó su nombre incesantemente entre terrenos con plantaciones de frijoles y tomate.
Tomando el consejo de policías, rastrearon galpones abandonados de una antigua fábrica de tabacos cubiertos por maleza y enredaderas que trepan las paredes.
Eliannys tomaba habitualmente un camino de arena que bordea la ruinosa edificación como un atajo a su casa, y como muchos en el pueblo se paraba bajo la sombra de varios árboles de mango para captar señal telefónica.
Allí la encontraron muerta. Con su camisa, Pedro tapó el cadáver tratando de no estropear la escena del crimen.
«Los zapatos estaban acomodados» a su lado, sus «uñas estaban moradas», recuerda desgarrado.
Al día siguiente apareció muerta Eduarlis, desaparecida cuando iba al gimnasio, a 3 km de su casa.
«Ella no se merecía esto», dice su madre Mileidys Torrealba, 39, con la voz apagada de tanto llorar. En el celular tiene fotos del último cumpleaños de la mayor de sus dos hijas.
Un arreglo de flores de papel en forma de 20 reposa en un mueble pegado a su cama, tendida con un cobertor rosa, el mismo color de las paredes envejecidas por la humedad. Lo usaron para adornar su última fiesta de cumpleaños, el pasado 5 de septiembre.
Según explica a la AFP la antropóloga Aimee Zambrano, del Monitor de Feminicidios, los asesinatos sexuales son «algo típico dentro de la expresión de violencia que viven las mujeres en Venezuela».
La mayoría «son feminicidios íntimos, ocurren a manos de parejas, exparejas o familiares». Zambrano teme que sean más los casos, porque no todos se difunden.
El fiscal general Tarek Saab dijo que su despacho ha procesado más de 600 feminicidios desde 2017, de los que la mitad fueron resueltos.
Desde lo ocurrido en La Misión, apenas cae la noche las calles quedan desiertas por el terror que sembraron los asesinatos.
Francisco Saavedra, un entrenador de karate, organizó junto a varios amigos una clase de defensa personal para mujeres en un terreno deportivo. Una treintena de personas, entre mujeres y niños, practicaron codazos, patadas, puños…
«Tenemos que romper el miedo, porque el miedo nos paraliza», sostuvo Yasberlys Almeida, deportista de 35, tras participar en la clase. «Es muy preocupante salir a la calle y no saber si vamos a regresar».
Foto: Inaldo Pérez