Los líderes de varias religiones, entre ellos el papa Francisco, reclamaron desde Roma un mundo más fraternal, unido y abierto al diálogo para poner fin a sus principales heridas, como las guerras «enquistadas» o la pandemia del coronavirus.
El encuentro, organizado por la Comunidad Sant’Egidio bajo el lema «Nadie se salva por sí solo», transcurrió en dos sesiones: un acto de oración en el que cristianos, judíos, musulmanes y budistas rezaron en varios puntos de Roma, y otro conjunto en la plaza del Campidoglio ante el presidente italiano, Sergio Mattarella.
Los cristianos, ortodoxos, protestantes y católicos, se reunieron en la céntrica iglesia de Ara Coeli y ante ellos el papa Francisco, por primera vez en público con mascarilla, alertó del riesgo que supone el individualismo y más en este periodo de pandemia.
El pontífice advirtió de que también los cristianos tienen ante sí la «tentación» de pensar solo en protegerse a sí mismos o al propio grupo o comunidad, «de tener en mente solamente los propios problemas e intereses mientras todo lo demás no importa».
Después Francisco salió del templo para acudir a la plaza del Campidoglio junto al patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, y ambos fueron recibidos por Mattarella, el ministro de Exteriores, Luigi Di Maio, y la alcaldesa de la ciudad, Virginia Raggi, entre otros.
Ya en la plaza, ante los líderes religiosos, separados como medida de seguridad, el papa exigió un mundo «más fraternal» para combatir la lacra de la guerra, agravada ahora por la pandemia.
«¡Necesitamos la paz! ¡Más paz! (…). El mundo, la política, la opinión pública corren el riesgo de acostumbrarse al mal de la guerra como compañero natural en la historia de los pueblos«, dijo.
Además Francisco celebró los «pasos fructuosos» del diálogo interreligioso en los últimos tiempos, a pesar de los recientes «acontecimientos dolorosos» como el radicalismo o el terrorismo.
«Los creyentes han entendido que la diversidad de religiones no justifica la indiferencia o la enemistad. En efecto, partiendo de la fe religiosa, uno puede convertirse en artesano de la paz y no en espectador inerte del mal de la guerra y del odio«, animó.
Por otro lado lamentó que este mundo actual azotado por la lacra de las guerras es amenazado por el coronavirus y «la imposibilidad, en muchos países, de acceder a los tratamientos necesarios».
«Mientras tanto, los conflictos continúan, y con ellos el dolor y la muerte. Poner fin a la guerra es el deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios. La paz es la prioridad de cualquier política«, reivindicó el pontífice.
Pero la pandemia, subrayó, puede servir también como «una lección» útil para pensar un modo de salir de los conflictos y prevenir nuevas guerras: «Ningún pueblo, ningún grupo social puede por sí solo lograr la paz, el bien, la seguridad y la felicidad».
El gran imán Ahmed al Tayeb, jeque de Al Azhar, la institución suní de referencia en Oriente Medio, no acudió pero envió un mensaje en el que sostiene que la fraternidad es el antídoto que acabará con «las epidemias morales e intelectuales» que propagan odio y racismo.
El rabino jefe de Francia, Haïm Korsia, defendió que el mundo «necesita ejercitarse en el encuentro, el debate e incluso a veces en la discusión animada, pero siempre con la esperanza de encontrar al otro para poder encontrarse a sí misma».
Al final se encendieron velas por el final de distintos conflictos de África o Bielorrusia, pero también para pedir el fin de la «violencia extendida» por Centroamérica, la «reconciliación» de Venezuela y para que la paz se implante en la península coreana.
Para terminar, todos los líderes religiosos guardaron un minuto de silencio por las víctimas de la covid-19 y los conflictos. También leyeron un mensaje conjunto en el que piden, entre otras cosas, una vacuna accesible a todos los pueblos, y encendieron un candelabro de la paz.