Reclutados como soldados o víctimas de violaciones, un número récord de niños vive en zonas de guerra, según denunció este jueves un informe de la ONG Save the Children que, apoyándose en testimonios de numerosas víctimas, llamó a los líderes mundiales a actuar.
«Oímos todo el tiempo que los niños son el futuro. Pero esas palabras no van acompañadas por acciones de los adultos», denuncia en el informe José de 17 años, un niño colombiano quien cuando tenía 8 se vio atrapado en un fuego cruzado entre el Ejército y la guerrilla de las Farc en una zona cocalera.
Recibió tiros en las dos piernas y un brazo, tras lo cual fue mucho tiempo presa del miedo y la ira.
Según el informe «Stop the War on Children» (Paren la guerra contra los niños) casi uno de cada seis niños en el mundo -unos 415 millones- vivía en una zona de conflicto en 2018, más del doble que en 1995. Y las «violaciones graves» contra ellos aumentaron un 170%, subraya.
Desde 2005 se registraron al menos 95.000 niños asesinados o mutilados, decenas de miles de niños secuestrados y millones privados de educación o servicios de salud por ataques a escuelas u hospitales.
Para la directora general de Save the Children, Inger Ashing, «es abrumador que el mundo se mantenga al margen mientras los niños son blanco de la impunidad». Y advirtió que si las autoridades no castigan a los autores de estos actos continuará «la destrucción de vidas infantiles».
Pese al ejemplo de José, ni Colombia ni ningún país de Latinoamérica figuran entre los 10 peores para ser niño, la mayoría situados en África -170 millones de niños en zonas de guerra- y Oriente Medio, donde uno de cada tres menores vive rodeado por conflictos armados.
Por primer año, el informe analiza las amenazas diferenciadas entre niños y niñas.
«Las niñas corren un riesgo mucho mayor de sufrir violencia sexual» así como «matrimonios precoces y forzados», según el estudio.
«Los niños tienen muchas más probabilidades de estar expuestos a asesinatos y mutilaciones, secuestros y reclutamiento» como soldados, subraya.
Samira, una joven iraquí de 15 años es madre de una pequeña de dos años. Fue secuestrada con su madre y hermanas en 2016, mantenida en cautiverio y vendida a por lo menos tres personas que la golpearon y agredieron sexualmente. Fue obligada a casarse con un combatiente de la organización yihadista Estado Islámico (IE) y dio a luz.
«Querría darle a mi hija los derechos que se me negaron cuando yo era niña», afirma.
En Sudán del Sur, Peter fue reclutado con 10 años por un grupo armado. Pero relata que dos años después logró huir a Uganda: «vi escuelas y hospitales» y «me emocioné».