Los luxemburgueses podrán tomar a partir del sábado el autobús o el tren sin meter la mano a la cartera, ya que este pequeño reino europeo se convertirá en el primer país del mundo en introducir el transporte público gratuito.
Algunas ciudades en el mundo ya han puesto en marcha parcialmente sistemas gratuitos -a ciertas horas o para determinados medios de transporte-, pero por primera vez se aplica a todo un país, según el ministerio luxemburgués de la Movilidad.
La gratuidad, reivindicada como «una medida social importante», beneficiará al 40% de los hogares del Gran Ducado, que utilizan el transporte público y que ahorrarán unos 100 euros al año.
La medida también está destinada a reducir los atascos, máxime cuando el vehículo es el medio de transporte más utilizado: un 47% de los desplazamientos por motivos de trabajo y un 71% por placer, según un sondeo de 2018 de TNS Ilres.
Este país de unos 610.000 habitantes, cuyo tamaño equivale a una octava parte de El Salvador, es reputado por sus atascos en el centro de la capital, donde la construcción del tranvía está en marcha desde hace años.
El primer tramo del tranvía está operativo desde fines de 2017. Un 32% de los desplazamientos para ir al trabajo se realizan en autobús, mientras que el tren es utilizado por el 19%.
«Creo que tomaré el transporte público un poco más a menudo», reconoce Xavier Desurmont, de 42 años, que en ocasiones acude a su trabajo en tren, llegando a la estación central en menos de 15 minutos.
Desurmont teme no obstante que la medida no reduzca el tráfico rodado en la ciudad. «Habrá menos bicicletas y menos peatones, ya que para muchos evitar pagar el boleto era un incentivo para hacer deporte», asegura.
Los ingresos generados por la venta de los billetes y de los abonos se elevan a 41 millones de euros anuales, que representan el 8% del costo anual del transporte público y que se financiará ahora por los impuestos, según las autoridades.
Luxemburgo tiene previsto reorganizar así su red de autobuses regionales para 2021 con el objetivo de convertirla en la más densa de Europa, según su ministro de la Movilidad, el ecologista François Bausch.
«La inversión sistemática y continúa es una condición imprescindible para promover el atractivo del transporte público», agrega el ministro, miembro de la coalición de liberales, socialistas y ecologistas.
Primera clase, de pago
Los atascos también son recurrentes en las fronteras de Luxemburgo, ya que casi la mitad de los trabajadores del país (46%) vive en las vecinas Francia, Bélgica y Alemania.
Unos 200.000 trabajadores fronterizos, así como la población residente, utilizan en su mayoría el vehículo para ir al trabajo.
Las máquinas expendedoras de billetes se retirarán gradualmente, pero los puntos de venta seguirán en las estaciones de trenes para la venta de boletos internacionales que tendrán en cuenta la gratuidad en Luxemburgo.
El tren, no obstante, seguirá siendo de pago en primera clase, así como ciertos servicios de autobuses por pedido como el servicio nocturno organizado por los ayuntamientos.
Los 300 controladores del operador ferroviario CFL garantizarán ahora la seguridad, facilitarán información a los pasajeros y seguirán comprobando los boletos en primera clase.
La quincena de trabajadores afectados por la supresión de los puntos de venta fueron trasladados a otros servicios de la compañía, según CFL.
El sindicato del transporte Fncttfel-Landesverband (5.000 adherentes) reivindica a regañadientes esta medida, ya que, según su secretario general, Georges Melcherse, «se necesita que los tiempos de viaje sean competitivos frente al coche».
El Movimiento Ecológico también prioriza la «calidad de la oferta» al costo ya que es «clave para que el transporte público sea más atractivo». «Durante las horas punta, las capacidades se agotan», explica Blanche Weber, presidenta de esta oenegé.