Cabo Delgado, la provincia más septentrional de Mozambique, sufre desde octubre del 2017 un infierno. Se calcula que han muerto más de 2.000 personas, en más de 600 brutales ataques por parte de supuestos insurgentes del Estado Islámico y en los contraataques de las fuerzas de seguridad nacional, en nueve distritos de la región norte. Más de 310.000 personas han perdido sus hogares.
Las últimas masacres del Estado Islámico en África Central (ISCA) empiezan a salir a la luz. El domingo pasado supuestos yihadistas habrían tomado la localidad de Muidumbe, y descuartizado en un estadio de futbol a decenas de personas, según relataron fuentes locales. También han llegado testimonios de una masacre de más de 15 niños y adolescentes con sus “tutores”, que se preparaban para hacer los ritos de iniciación tradicional propios de la etnia makonde.
“Al parecer lo que quieren es desalojar toda la zona norte de la provincia de Cabo Delgado, expulsando a la población civil, sin ningún tipo de compasión”, explica la hermana Blanca Nubia Zapata a la fundación internacional ACN desde Pemba, la capital de Cabo Delgado.
“Han llegado más de doce mil personas en dos semanas. No damos abasto. Llegan mujeres y niños, también ancianos, que caminan durante días. Algunos mueren en mitad de las sendas y caminos. Son 180 kilómetros, pero ustedes no pueden imaginarse nuestros caminos, es muy duro andar por esas sendas, campo a través. Tres o cuatro días sin comida, sin agua, con los hijos a cuestas… Hay mujeres que han dado a luz en el camino”, explica la religiosa de la congregación de las Carmelitas Teresas de San José.
En las últimas semanas cientos de embarcaciones están llegando por mar. En bote, lancha o canoa la gente intenta huir de la barbarie: “Hacemos lo que podemos, muchas veces solo podemos escuchar, preguntar cómo están y escucharles. Han dejado todo atrás, para salvar sus vidas.”
“La gente solo quiere salir de allí, están aterrados. Muchas familias nos han pedido ayuda y hemos rescatado a familias de chicos de la escuela, tremendamente difícil, con vehículos privados y ayuda de terceros”, cuenta entristecida la religiosa.
Hace una semana, Mons. Luiz Fernández Lisboa, obispo de Pemba, en un video de Cáritas Mozambique enviado a la fundación ACN describía la situación desde Paquitequete, un barrio costero de la capital: “Ya son cerca de 10.000 refugiados los que han llegado y continúan haciéndolo. Algunas personas por causa de los ataques que han sufrido, otras salen de sus pueblos preventivamente porque tienen miedo.”
“Al llegar aquí no tienen dónde dormir, sólo hay carpas improvisadas y aún no ha sido designado un terreno para que puedan ser trasladarlas. Algunas personas son acogidas por familias, sea porque tienen familiares aquí, sea porque se conmueven con la situación y llevan personas a sus casas. Es una situación muy difícil y hay centenares de personas que duermen en la playa. Desgraciadamente hubo quienes fallecieron durante el camino, porque a veces están dentro de los barcos dos o tres días en el mar, llegan deshidratadas, enfermas.”
“Es una situación humanitaria muy fuerte para la cual nosotros pedimos, imploramos ayuda y solidaridad de la comunidad internacional” dice Mons. Fernández Lisboa.
“Respondiendo a esta petición del obispo, queremos ayudar a la diócesis de Pemba y las diócesis vecinas con una ayuda de emergencia para las víctimas de Cabo Delgado, además de las ayudas que ya estamos dando a religiosas y sacerdotes. Pero además de esta ayuda, para mantas, ropa, comida, productos de higiene, y también semillas y aperos de trabajo; lo que se necesite, queremos ayudar a paliar el mayor sufrimiento, el trauma. Por eso, ya pusimos en marcha un programa para que equipos de la diócesis puedan proporcionar apoyo psicosocial a los refugiados traumatizados en las parroquias”, explica Regina Lynch, encargada de proyectos para la fundación ACN.
“Parece que finalmente se da atención internacional a esta larga tragedia ignorada durante largos y penosos meses. Ya en febrero, ACN publicó una entrevista exclusiva con Mons. Fernández Lisboa sobre el drama y el miedo que estaban pasando. Han quemado iglesias y destruido conventos, incluso secuestraron a dos religiosas. Pero casi nadie prestó atención a este nuevo foco de terror y violencia yihadista en África que afecta a todos, cristianos y musulmanes. Esperemos que, por fin, haya una respuesta a este drama en el norte de Mozambique para ayudar a los más pobres y abandonados,” explica Lynch.
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Fuente y foto: ACN Colombia