El papa Francisco pidió que se mantenga la esperanza en estos momentos de pandemia, «en esta noche que estamos atravesando», en una de las ceremonias más solemnes y cargadas de símbolos en la tradición católica en la que se celebra la espera de la resurrección de Jesús.
El papa celebró esta misa del Sábado Santo como todos los ritos de la Semana Santa de manera sobria en la Cátedra de San Pedro, situada en el ábside de la basílica, ante pocas personas que guardaban la distancia de seguridad en los bancos.
Las medidas para evitar los contagios también trastornaron los ritos de esta ceremonia.
La celebración, con la basílica en penumbra y en total silencio, comenzó con la bendición del fuego y se encendió el cirio pascual, pero por la emergencia sanitaria no se marcó la vela durante la ceremonia sino que ya estaba preparada con la inscripción de la primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega – que simbolizan que Dios es el principio y el fin.
Esta larga ceremonia sigue la tradición de los primeros años de la Iglesia cuando los catecúmenos, los adultos que aspiraban a convertirse al cristianismo, eran bautizados, pero hoy por las medidas para prevenir los contagios por coronavirus tampoco se celebraron los bautismos.
En total silencio y a oscuras para representar la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo, el papa y los pocos concelebrantes llegaron en procesión hacia el ábside de la basílica donde se encuentra el grupo escultórico que representa el Trono de San Pedro realizado por Gian Lorenzo Bernini y después la basílica se iluminó.
Mientras que tras el canto del Gloria sí que sonaron las campanas en la desierta plaza de San Pedro que anunciaban que Jesús había resucitado.
En su homilía, el pontífice comenzó recordando el episodio de las mujeres que acudieron a ver el sepulcro donde se enterró a Jesús y lo comparó con la situación de nuestros días.
«Este año percibimos más que nunca el Sábado Santo, el día del gran silencio. Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres durante aquel día. Como nosotros, tenían en los ojos el drama del sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino encima demasiado rápido», recordó Francisco.
Afirmó el papa Francisco que como las mujeres que acudieron a ver el sepulcro también para nosotros es ahora «la hora más oscura».
Pero aseguró que «en esta situación las mujeres no se quedaron paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la realidad».
«No temáis, no tengáis miedo», dijo Francisco usando las palabras de Jesús y explicando que son «el anuncio de la esperanza. Que es también para nosotros, hoy».
«Son las palabras que Dios nos repite en la noche que estamos atravesando», agregó.
Señaló que en esta noche en la que los católicos esperan la resurrección de Jesús, se conquista «un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios».
«No es un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia. Es un don del Cielo, que no podíamos alcanzar por nosotros mismos», agregó.
«Todo irá bien, decimos constantemente estas semanas, aferrándonos a la belleza de nuestra humanidad y haciendo salir del corazón palabras de ánimo. Pero, con el pasar de los días y el crecer de los temores, hasta la esperanza más intrépida puede evaporarse», aseveró.
Y ante ello, explicó que esa esperanza que da Jesús es distinta porque «infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien».
En estos momentos de desánimo para toda la población, el papa aseguró que podemos esperar porque «Dios es fiel, no nos ha dejado solos, nos ha visitado y ha venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte».
En todas las celebraciones de esta Semana Santa inusual, el papa Francisco ha querido a su lado el icono de la Virgen, Salus Populi Romani, que se encuentra en la basílica de Santa María La Mayor y el crucifijo de la Iglesia de San Marcelo milagroso considerado milagrosos durante la peste que asoló Roma en 1522.
Francisco continuará mañana los ritos de la Semana Santa con la misa del Domingo de Resurrección siempre en este ábside de la basílica San Pedro y después leerá el mensaje Pascual e impartirá la bendición «Urbi et Orbi», pero esta vez en el interior y no desde el balcón central de la basílica pues la plaza está completamente cerrada.