El papa Francisco fue visto el miércoles por primera vez en público con una máscara de protección que, sin embargo, se quitó rápidamente antes de salir del carro que lo transportaba a la audiencia general.
Después de seis meses de las tradicionales audiencias de los miércoles grabadas en directo en su biblioteca privada, el sumo pontífice reanudó en septiembre esta cita en presencia del público, pero limitando la multitud a 500 personas al aire libre, en un patio cerrado del palacio apostólico.
Después de quitarse la mascarilla, el papa evitó estrechar las manos y besar a los niños, como hacía antes en la inmensa plaza de San Pedro. Pero este adepto de los contactos directos se acercó como siempre con jovialidad de los fieles, aglutinados a lo largo de una barrera en lugar de quedarse en sus sillas asignadas, algunos bajando sus mascarillas para saludarlo mejor, otros poniéndole en las manos un regalo, como una caja con pasteles o un gorro blanco.
Antes de comenzar su catequesis y después de estrechar la mano a los prelados que participaban en la audiencia, Francisco recomendó sonriendo a la multitud volver «cada uno a su silla» para «evitar los contagios».
Desde el inicio de la epidemia, el papa parece poco ansioso por su propia salud, apareciendo sistemáticamente sin mascarilla al recibir a sus visitantes en el interior del palacio apostólico, aunque recibe muchos menos grupos que antes.