Hace cincuenta años, entre el 15 y el 18 de agosto de 1969, se celebró el Festival de Woodstock, un encuentro mítico de la cultura hippie de los años sesenta. Tres caóticos días y noches de «música y amor» que marcaron el mundo y el siglo XX, pero que también arruinaron a sus organizadores.
El anuncio cayó bruscamente el pasado 31 de julio: el gran concierto del 50° aniversario del legendario Festival de Woodstock, celebrado entre el 15 y el 18 de agosto de 1969, fue cancelado in extremis. Eso debido, entre otras cosas, al retiro del proyecto del principal socio financiero Amplifi Live, y a la negativa de muchos municipios a acoger el evento.
Tampoco fue fácil organizar hace medio siglo el Festival de Woodstock, un proyecto que se convirtió en un abismo financiero para sus organizadores. En su origen, cuatro jóvenes estadounidenses reunidos para hacer negocios.
Un proyecto en busca de beneficios
Tendemos a olvidarlo: el hecho cultural más significativo de la cultura hippie y de protesta en las décadas de 1960 y 1970 fue originalmente un proyecto abierta y honestamente capitalista. A principios de enero de 1969, John Roberts y Joel Rosenman, de 24 años ambos, publican un anuncio en el Wall Street Journal, en el que se presentan como «dos jóvenes con capital ilimitado en busca de oportunidades de inversión y otras propuestas de negocio».
Tras la publicación de este anuncio, Roberts y Rosenman conocen a dos jóvenes hippies idealistas expertos en la promoción de conciertos, Michael Lang y Artie Kornfeld. Mientras los dos primeros socios tienen la intención de enriquecerse con la producción de un programa de televisión, su asociación con Lang y Kornfeld los lleva a considerar la adquisición de un estudio de grabación, Media Sounds, ubicado en la pequeña y tranquila ciudad de Woodstock, en el estado de Nueva York.
Para comprar el estudio de sus sueños, los cuatro cómplices necesitan dinero. Y la mejor idea que se les ocurre para recaudar los fondos es organizar un festival, un festival enorme, que reúna a todos los mejores artistas del momento. Y por supuesto, se celebrará en Woodstock. ¿Por qué? Porque varios artistas de renombre viven allí, entre ellos Bob Dylan –que se niega a participar en el concierto de 1969 debido a su aversión por el movimiento hippie– y Jimi Hendrix.
«Las pérdidas fueron de unos 10 millones de dólares»
La joven empresa Woodstock Ventures Inc. choca con las negativas de los municipios, entre ellos Woodstock, que rechazan la idea de recibir a 50.000 beatniks peludos. Por 50.000 dólares, los organizadores invierten en casi 250 hectáreas de campos arrendados a un agricultor llamado Max Yasgur, en Bethel, cerca de Woodstock. A esto se añade 75.000 dólares para la restauración del sitio después del festival.
Además de los campos, es necesario prometer a los artistas un salario decente. Los organizadores no dudan en pagar un poco más de lo habitual ofreciendo 15.000 dólares (unos 90.000 euros hoy en día) a cada artista. Jimi Hendrix se conformará con 18.000 dólares, lejos de los 50.000 que exigía.
El festival reúne a nombres como Jimi Hendrix, The Who, Janis Joplin, Grateful Dead, Creedence, Santana, Jefferson Airplane, Joe Cocker, Joan Baez…. Esto bajo una lluvia torrencial que rápidamente transforma los campos en una enorme piscina de lodo, como señal del pantano financiero en el que se sumirán luego Roberts, Rosenman, Lang y Kornfeld.
«Pensábamos montar el espectáculo y disfrutar tranquilamente de los beneficios, pero con lo que siguió, se convirtió en una locura, en la desgracia de toda una vida», dijo Joel Rosenman a la revista musical Classic Rock el año pasado. «Decir que Woodstock fue un abismo financiero es una forma suave de decir las cosas, si se ajustan las deudas con la evolución de la inflación, las pérdidas fueron de unos 10 millones de dólares», confesó.
Once años para pagar las deudas de Woodstock
Menos de una semana antes del festival, los equipos de instalación advierten de que no se cumplirán los plazos. En otras palabras, hay que elegir entre terminar el escenario o instalar las barreras… «Si no tenemos un escenario, es muy molesto, y si hacemos un concierto gratis, vamos a perder millones de dólares… Qué bueno, porque no tengo millones de dólares», se ríe Joel Rosenman en la versión larga del documental Woodstock.
Ante una elección tan difícil, los cuatro socios optan por un concierto gratuito, lo que aumenta el número de visitantes: se necesitan entonces recursos adicionales, más helicópteros para transportar más alimentos y equipamiento. Los 50.000 participantes esperados se convierten en cerca de medio millón en tres días.
Al cabo de estos tres días, reunidos con su banquero, los socios entienden que este increíble éxito cultural no podrá esconder el desastre financiero.
Artie Kornfeld había llegado a un acuerdo de última hora con los estudios Warner Bros para que filmaran el evento: en el equipo de filmación se encuentra un tal Martin Scorsese. En su desesperación, los organizadores venden los derechos por 100.000 dólares.
Woodstock recibe el Oscar al Mejor Documental en 1970. Diez años después, Warner Bros ya había ganado 500 millones de dólares con la película y el triple vinilo, según los cálculos de la revista Rolling Stone. Por su parte, Woodstock Ventures Inc. sólo pudo liquidar sus deudas en 1980, 11 años después del festival.
Desde entonces, la compañía sigue sacándole provecho a la leyenda, ya que posee la propiedad intelectual del nombre y del famoso logotipo de la paloma sobre la guitarra. Para este 50° aniversario, comercializaron marihuana de marca Woodstock en los estados estadounidenses que permiten el cannabis recreativo.